“Mirad estas gentes leonesas, zamoranas, salmantinas. Esa
unilateralidad, esa pobreza mentales del castellano, no reza con ellas. Tienen
algo de la ondulación portuguesa y de la zorrería gallega –maragatos,
sanabreses, charros–. Ni idealistas como los castellanos, ni prácticos como los
catalanes. Las dos cosas, en dosis suaves, a la vez. Vivimos una democracia
llana, democracia de concejo abierto, de concejo leonés.”
José Sánchez Rojas, Del
espíritu leonés (6/8/1915)
A menudo se atribuye a Mark Twain
la frase “La historia no se repite, pero sí rima”. A pesar de que no existe evidencia
alguna de que el estadounidense fuera su autor, el aforismo expresa una
realidad perceptible en la liquidez del mundo actual: nacionalismos, xenofobia,
conflictos territoriales… También en relación con la cuestión leonesa. Buceando
en la prensa de principios de siglo XX he tropezado con varios artículos
firmados por el escritor José Sánchez Rojas, publicados en el periódico
barcelonés La Publicidad entre
diciembre de 1918 y enero de 1919, en los que explicita algunas de sus reservas
hacia la creación de una autonomía castellana durante el debate autonómico producido
al final del reinado de Alfonso XIII. Sus palabras dejan muy mal parado al actual
establishment castellanoleonés.
Sánchez Rojas, nacido en Alba de
Tormes en el seno de una familia de larga tradición liberal, alumno y amigo de
Unamuno, luchó por la causa agraria recorriendo los pueblos de su provincia y se
ganó la vida escribiendo columnas en periódicos de toda España. Durante su corta
vida estuvo muy comprometido con su tierra y se involucró activamente en la
política de los tiempos convulsos que le tocó vivir. Tanto es así que coincidió
con Mussolini durante su época de estudiante en Bolonia y llegó a debatir sobre
revolución con Lenin mientras ambos se alojaban en un hotel de Ginebra. Aunque
no pueda decirse de él que fuera un leonesista propiamente dicho, ya que estaba
hondamente influido por la Castilla del noventayochismo como tantos
intelectuales de su generación, en lo cultural era perfectamente consciente del
hecho diferencial leonés y en sus escritos muestra sensibilidad hacia la historia
del país.
Autonomista convencido, de sus
agudas apreciaciones sobre el incipiente proceso autonómico auspiciado por la
Mancomunidad de Cataluña bien puede deducirse que se oponía radicalmente a la
manera en que se estaba gestando la autonomía castellana. Una de las razones
era la naturaleza caciquil de los próceres provinciales involucrados, en
particular el político vallisoletano de la Restauración Santiago Alba, al que
profesaba una enconada aversión. El debate propulsado por la campaña
estatutaria catalana de 1918-1919 despertó sentimientos anticatalanistas, pero además
obligó a muchos a tomar postura y consiguió que diferentes regiones hicieran lo
propio, buscando la creación de entes autónomos que sirvieran de medio de
autogestión para sus territorios.
Como en momentos históricos
anteriores, el debate en la cuenca del Duero giraba en torno a la creación de
una Castilla autónoma que rivalizara económica y culturalmente con Cataluña. Dentro
de esa Castilla estaba tristemente proyectado que quedaran integradas las
provincias leonesas. A pesar de la posición autonomista a priori favorable de Rojas, desde un primer momento es consciente
de que “el [regionalismo] castellano anti-catalán
de Valladolid es un movimiento artificioso que se va ahogando por el
regionalismo municipal y anticaciquista de Salamanca, de León, de Zamora y de
otras poblaciones.” Así lo dejó escrito en un artículo publicado el 14 de
diciembre de 1918 (recién terminada la 1ª Guerra Mundial) con el título
“Castellanismo y germanofilia”, en el que establece un vínculo claro entre los
partidarios de la autonomía castellana y los germanófilos, aquellos que durante
la Gran Guerra se habían posicionado a favor de los intereses de los Imperios
alemán y austrohúngaro, y sobre quienes se desahoga diciendo que los “caballeros
que dirigen esta asquerosa farsa castellanista son unos germanófilos
vergonzantes”. No es difícil establecer un paralelismo actual con la
polarización que existía en España durante la 1ª Guerra Mundial entre los germanófilos,
con una visión de la política más autoritaria y antidemocrática, y los aliadófilos,
de tendencia más liberal. La hostilidad que Rojas sentía por los germanófilos
hacía que se refiriera a los políticos conservadores que medraban en las redes
caciquiles de las Diputaciones provinciales de la meseta como “nuestros
caciques, que son la negación de nuestra tradición democrática, son tan
completamente extraños a nuestro espíritu como un alemán.”
Rojas escribía con conocimiento
de causa y experiencia sobre el terreno: durante esas semanas se encontraba
inmerso por completo en la batalla electoral del distrito de Peñaranda de
Bracamonte, donde arengaba a los braceros pidiéndoles el voto para luchar
contra los latifundistas y el caciquismo agrario (representado por el marqués
de Ivanrey) e impartía conferencias sobre el conflicto abierto en Cataluña –el
mal llamado “problema catalán”– por su demanda de Estatuto. Nuestro olvidado
articulista se había embarcado en la lucha agraria poco tiempo antes, casi por
casualidad, tras un periodo de convalecencia, en un intento por empoderar a los
agricultores mediante la creación de municipios autónomos en localidades en
pugna con la Diputación por el control presupuestario. Ya había tanteado meses antes
para que su pueblo natal de Alba de Tormes también se convirtiera en municipio.
En “La liberación de la tierra”, artículo publicado el 19 de enero de 1919, se
jacta de que varios pueblos de la comarca peñarandina “tendrán concejo abierto
y en las decisiones municipales se oirá la voz de los viejos y de los
patriarcas.” Por fin podrían emanciparse de la Diputación y gestionar su
presupuesto sin la obstrucción de los caciques. Lo que Rojas buscaba con la
creación de los municipios, según sus propias palabras, era la “democracia
directa, referéndum, derecho de los vecinos todos a participar en los negocios
comunales”, ya que, por culpa del sempiterno caciquismo, “en ciertas regiones
de España, solamente los toros gozan de una cabal y completa autonomía.”
Cuando a finales de ese mes, los
diputados provinciales de Castilla y de León se reunieron en Segovia siguiendo
las directrices de Santiago Alba, en otra columna titulada “La autonomía de los
caciques” (28/1/1919), Rojas denunciaba con su mordaz pluma que el presidente
de la Diputación de Burgos y “otros respetables terratenientes de poco pelo,
abogados de secano, administradorcillos y gentecilla iletrada e insolvente en
la zona de la cultura (…) van a definir la actitud espiritual de la meseta y
del llano frente a la del litoral.” Vemos aquí, expresada con términos más
acordes a la época, además de una descripción punzante de la ralea política
local, la contraposición centro-periferia que Martín Villa estableció para
justificar sus “razones de Estado”, el contrapeso de la meseta frente a las ahora
conocidas como nacionalidades históricas. Según Rojas, lo que estos caciques
reaccionarios pretendían establecer era una “autonomía regional impuesta de
arriba abajo, es decir, de Madrid a Valladolid, de Valladolid a las capitales
de provincia y desde éstas, a las ciudades, villas y aldeas”. Prosigue con
razones de peso para oponerse a la manera en que se quiere configurar,
denunciando que sería a través de “una autonomía regional con Parlamento, con
mucho Parlamento, funcionando en Valladolid por supuesto, y con un Tribunal
Supremo también vallisoletano, con magistrados nombrados por Alba”. Y
sirviéndose de un aparato mediático propio, con “El Norte de Castilla trocado en Gaceta regional”.
Es hiriente que unas palabras
escritas hace un siglo nos resulten tan lamentablemente familiares. Como buen
regeneracionista, el salmantino buscaba medidas políticas que sirvieran como
medio de liberación para la ciudadanía de las zonas rurales más atrasadas:
libertad de sufragio, desarrollo del municipalismo, supresión de las
Diputaciones y creación de circunscripciones rurales. A fin de cuentas, medidas
que aseguraran la mejora del funcionamiento democrático, sin las cuales “una
autonomía regional de esta naturaleza será una batalla ganada en regla por los
tentáculos, cada día más sutiles y extensos del caciquismo”. Los miedos de
Rojas eran fundados. Tras casi cuarenta años de autonomía, cristalizada en 1983
con la creación definitiva de la Junta, sabemos con certeza que muchas de las
denuncias que formulaba con su elegante retórica se han consumado. Somos
conscientes de los tentáculos del caciquismo, del abandono del medio rural, de
la inutilidad de las “razones de Estado”, del déficit democrático de nuestro
régimen autonómico. ¿Ha alcanzado la sociedad leonesa (y la española) el grado
de madurez democrática para enfrentarse a esta realidad? Se cierne sobre
nosotros una disyuntiva como ya hizo en otros momentos donde se abría la
ventana de oportunidad autonómica: León puede acceder al autogobierno,
ejerciendo la democracia de abajo arriba a través de los concejos y municipios,
o padecer, tal vez sin posibilidad de retorno, otros cien años de sumisión a
los caciques.
Nota del autor: este artículo se redactó antes de que el gobierno
decretara el estado de alarma por la crisis de la COVID-19. Por si fueran pocos los paralelismos,
fue en 1918 cuando se tuvo constancia por primera vez de la conocida popularmente
como “gripe española”, considerada una de las pandemias más letales de la
historia.
En realidad, la tarea requiere la búsqueda y el escarnio público del culpable último: existe una ideología pancastellana, que ha servido
de base al nacionalismo español, detrás de la fagocitación identitaria y de la ausencia
del autogobierno leonés dentro del Estado. Promovida históricamente por la
oligarquía duerina, con unos intereses económicos evidentes, es capaz de
cualquier insidia con tal de perpetuar el statu quo castellano-leonés. La principal
fuerza política heredera de estas ideas y la que las ha puesto en práctica ha
sido el Partido Popular. Tras la consolidación de Castilla y León, la Junta desplegó
un aparato propagandístico monstruoso con el fin de tergiversar la historia en
beneficio propio. Fue Martín Villa quien sirvió de títere de esos intereses durante
la Transición, ya presentes durante gran parte del siglo XIX. Desafíar la
hegemonía de esta ideología en la cuenca del Duero exige dar pasos valientes
por aquellos interesados en romper con las cadenas que subyugan al pueblo
leonés y de la que derivan en gran medida las tensiones con otros territorios
periféricos (no al revés). Distintas personalidades dentro del PSOE han mostrado
su disconformidad con las políticas negacionistas y uniformizadoras de la Junta, así como con el
mapa autonómico actual. Un recorrido por el último lustro ampliará nuestra
perspectiva.
La reciente publicación de las memorias del primer alcalde electo de Salamanca tras el franquismo, Jesús Málaga, quien gobernó durante tres legislaturas (de 1979 a 1983 y de nuevo de
1991 a 1995), ha sorprendido a muchos por su sinceridad respecto a la cuestión
leonesa. Con el título "Desde el balcón de la Plaza Mayor: Memorias de un
alcalde", al referirse al proceso autonómico, el Sr. Málaga realiza un
recorrido histórico por la Transición y discute sobre la asamblea de
parlamentarios de 1981, en la que se debatió el que se convertiría en el
Estatuto de Autonomía de Castilla y León:
"Quedaron excluidas de ella La Rioja y Cantabria, que
formaron sus respectivas autonomías, y a punto estuvo Segovia de descolgarse
también. Un popurrí de provincias de los antiguos reinos de Castilla y de León
conformó, para bien de Valladolid, una Comunidad extensa, despoblada y desvertebrada.
Defendí entonces la Comunidad de León con Zamora y Salamanca. Otro gallo nos
habría cantado, pero los intereses vallisoletanos pudieron sobre los demás."
Jesús Málaga, en la presentación de su libro, saludando al bejarano Jesús Caldera
Avanza en su disertación sobre el perjuicio que supone esta autonomía
refiriéndose al desarrollo político de la comunidad autónoma, apuntando a los
problemas más acuciantes que afectan a la submeseta norte:
"Desde entonces, ya con gobiernos conservadores, todas las
instituciones se instalaron en Valladolid, que funcionó a todos los efectos
como capital de facto. La política llevada a cabo por la derecha en Castilla y
León ha sido la de reproducir y convertir el centralismo franquista de Madrid
en el centralismo democrático de Valladolid. Esta política ha logrado que la
Comunidad más extensa de Europa esté formada por una gran capital, Valladolid;
tres pequeñas ciudades, Burgos, León y Salamanca; y un gran desierto alrededor.
De las nueve provincias, Soria, Ávila, Segovia y Zamora han desaparecido, y están
a punto de hacerlo Burgos, Salamanca, Palencia y León. La misma provincia de
Valladolid, si excluimos a la capital, también se está desertizando.
En vez de construir la Comunidad en mancha de aceite, se ha
vertebrado a través de una gran ciudad depredadora que vive de desertizar a las
demás. Las decisiones cotidianas se tomaban hasta entonces en las capitales de
provincia; ahora, para mover cualquier papel, hay que consultar con Valladolid.
Creo que está política suicida está llevando a una situación irreversible."
Es el análisis más honesto -y certero a la vez- que haya
leído u oído en palabras de un militante socialista. Tal vez con mayor mérito por ser
salmantino. Qué fue lo que hizo para defender la autonomía leonesa
en su momento en secundario actualmente, pero es loable también su posicionamiento diáfano en un
momento trascendental para el modelo de Estado.
El partido de la rosa ha cometido multitud de errores respecto a la
cuestión leonesa, errores que su némesis -Podemos- parece decidido a repetir. La madurez política
del PSOE leonés debería estimular un replanteamiento en cuanto al modelo
territorial, romper abiertamente con Castilla y León y permitir que los
ciudadanos que componen esta Comunidad Autónoma decidan sobre su futuro en libertad.Tienen en gran medida la llave para que la reforma constitucional
planteada por su partido sea beneficiosa para sus conciudadanos.
Militantes
socialistas, pronunciaos públicamente a favor del Estado leonés. Presionad a vuestros dirigentes. Atacad a vuestros adversarios políticos por no predicar con el ejemplo, por perpetuar un modelo territorial anacrónico. De no hacerlo, el PSOE leonés parecerá lo que realmente es:
una red clientelar partitocrática sumisa a los dictados provenientes de su sucursal vallisoletana.
Con motivo de la petición de sustituir el medallón de Francisco Franco por uno del rey Alfonso IX de León en la Plaza Mayor de Salamanca, comparto este apartado de una tesis doctoral titulada Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX, cuyo autor es el profesor de la USAL Enrique García Catalán y fue publicada por Ediciones Universidad Salamanca en enero de 2015.
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La Plaza Mayor de Salamanca, como centro neurálgico de la
ciudad, también fue propuesta para colocar un monumento público en 1890. Ya
desde sus orígenes en el siglo XVIII albergaba bustos en relieve de reyes y
conquistadores en los medallones de las enjutas de los arcos, por lo que el
proyecto parecía encajar a la perfección en este espacio.Sería digno complemento a su ornamentación,
adaptado a la proporciones de su recinto como una continuación de la belleza
artística... y remate y complemento de su sin rival magnificencia. Tampoco era
una novedad, pues en otras ciudades se habían colocado esculturas monumentales
en el centro de sus plazas, como en Madrid la estatua ecuestre de Felipe IV,
situada en la plaza de Oriente en 1843 o la de Felipe III, trasladada a la
Plaza Mayor en 1848 a propuesta del concejal Mesonero Romanos.
El Ayuntamiento no dudó en señalar como lugar idóneo y de
mejor vista para situarlo el espacio que ocupaba la fuente de los jardines,
justo en el centro del recinto, e incluso podría extenderse hasta los bancos
que formaban una rotonda alrededor. Para decidir el tipo de monumento y a quién
estaría dedicado se formó una comisión, presidida por el alcalde Florencio
Pollo Martín con una selecta nómina de vocales, entre los que figuraban el
arquitecto municipal, José Gallego Díaz, el de la provincia, Joaquín de Vargas,
el historiador de la ciudad Manuel Villar y Macías, y otros conocidos por su
afición a la historia y las artes.
El 9 de julio de 1890 dieron a conocer dos propuestas de
monumento con pautas generales sobre la morfología e información más detallada
en cuanto a la iconografía. La corporación municipal elegiría según los
recursos económicos, mientras que la forma y dimensiones finales correrían a
cargo del artista elegido. Se fijó como estándar de calidad la elegante estatua
de fray Luis de León del malogrado Nicasio Sevilla.
Uno de los monumentos llevaba por título Salamanca a sus
preclaros hijos, con las figuras de seis u ocho personajes que se deberían
elegir entre una lista de doce. Hacía tan solo seis años que Manuel Villar y
Macías había esbozado sus biografías en los capítulos de Historia de Salamanca,
lo que parece dejar claro su protagonismo a la hora de hacer la selección.
Sería una fuente coronada por una alegoría de la ciudad en
forma de bella matrona, que bella debe ser para representar a Salamanca, decía
la Comisión. Las imágenes de los personajes elegidos se podrían instalar en el
pedestal o sobre una gradería en la parte baja, hacia los que la matrona
extendería su mano para indicarles el camino de la eternidad y la gloria. Según
la ubicación que se les diera, se podrían elegir distintos formatos, desde esculturas sobre pedestales hasta bustos
dentro de hornacinas, medallones o frontones partidos. Todo estaría animado con
juegos de agua más vistosos que los mezquinos surtidores existentes,
candelabros de luz eléctrica y artísticos jarrones. En cuanto a los materiales,
se recomendó el uso de granito o piedra franca en el pedestal y bronce en las
figuras, descartando el mármol para evitar las manchas de humedad.
El otro monumento propuesto estaba dedicado al rey Alfonso
IX y la fundación de la Universidad. Los miembros de la comisión no tenían duda
de que a este hecho debía Salamanca su vida toda, su alta fama en el mundo de
las letras no menos que en el mundo de las artes, pues dio ocasión para alzar
en su recinto los maravillosos edificios que aun hoy son preclaro ornamento.
Reconocían también que sin la fundación de esta Escuela, Salamanca hubiera
alcanzado solo la oscura vida de otras modestas ciudades del reino castellano,
pero no ser el astro más luminoso de la cultura española. Como modelo para el
monumento tomaron el del Príncipe Alberto de Inglaterra, con la imagen del monarca
fundador en lo alto y un buen número de personajes ligados al Estudio,
distribuidos en cuatro grupos junto al pedestal. En este caso aumentó la nómina
de seleccionados, repitiendo los del monumento anterior y sumando a la lista
otros diferentes. El conjunto se completaría con unas cariátides, u otro tipo
de figuras, a modo de surtidor.
Llegó a existir un plano de un proyecto con una idea final,
que fue aprobada en el Consistorio. Aunque no conocemos la opción elegida,
posiblemente estos dibujos aparezcan algún día en el Archivo Municipal de
Salamanca. En cualquier caso el monumento no llegó a realizarse después y todo
parece indicar que fue por falta de financiación, aunque también pudo influir
el enrarecido ambiente creado tras la aparición del cuerpo sin vida de Villar y
Marcías en las aguas del Tormes el día 26 de junio de 1891.
Todavía en abril de 1892 la empresa de Moneo propuso un
modelo de monumento más económico, que no pasaba de 42.000 pesetas y tenía como
característica principal unas figuras mitológicas. Sin embargo, fue desestimado
por las autoridades por no ser meritorio para la Plaza Mayor.
La celebración del cuarto centenario del descubrimiento de
América y el protagonismo que empezó a ganar la opción de levantar un monumento
a Cristóbal Colón en otra plaza salmantina, hizo que estos proyectos fueran
olvidados definitivamente.
“El primer paso para aniquilar un
pueblo es borrar su memoria. Destruir sus libros, su cultura, su historia. Y
después pones a alguien para que escriba nuevos libros, para que elabore una
nueva cultura, para que invente una nueva historia. En poco tiempo la nación
empezará a olvidar lo que es y lo que fue”.
Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido (1979)
No es casualidad que empiece este alegato citando a un
escritor nacido en un Estado formado por dos países y que se disolvió de mutuo
acuerdo: Checoslovaquia. Después de escribir el libro, Milan Kundera se vio
forzado a exiliarse de su país natal y establecerse en Francia, donde
publicaría este trabajo. En él hace una crítica sutilmente feroz del régimen comunista
a través de una camarera que vive en Praga y lucha por mantener el recuerdo de
su marido fallecido, haciendo referencia a la naturaleza del olvido en la
historia, la política y la vida.
Para encontrar el paralelismo de la cita en el olvido de
León hay que remontarse mucho tiempo atrás. La frustración casi innata en la
que está sumido el pueblo leonés tiene su origen en la Edad Media: cuando una persona oriunda de esta región se ve obligada a especificar su condición ante la presencia de foráneos,
se debe al proceso de manipulación que tuvo lugar durante las guerras entre los
reinos peninsulares y sobre todo a la ocultación tras la unión de las coronas
de León y Castilla en 1230. Si bien se considera que la unión significó la
desaparición de León como entidad diferenciada (nada más lejos de la realidad puesto
que conservó instituciones como el Adelantado Mayor del Reino dentro de la
corona de Castilla), lo que realmente propició fue el inicio de un proceso
etnocida secular.
¿Es posible un etnocidio sin sangre?
Según la definición que estableció la UNESCO en un seminario
internacional en 1981, un etnocidio consiste en “las condiciones en que se
deniega a un grupo étnico el derecho a disfrutar, desarrollar y transmitir su
propia cultura y su propio idioma”. Por tanto, un etnocidio es un proceso de
aculturación impuesto a un pueblo por parte de otro más poderoso, que desemboca
en última instancia en la desaparición del más débil.
Veamos unos ejemplos que ponen de manifiesto que hablar de
etnocidio al referirse a los leoneses no es desproporcionado:
Grabado de Vellido Dolfos a su paso por el Portillo de la Lealtad
La hazaña del noble leonés Vellido Dolfos en 1072 es un ejemplo arquetípico de manipulación
histórica medieval. Tras la muerte de Fernando I, su hijo Sancho II dejó
patente su disconformidad con el reparto testamentario que había realizado su
progenitor puesto que Zamora quedaba, según la voluntad de Don Fernando, en
manos de su hija Urraca. Al mostrar su rechazo hacia el reparto establecido,
Sancho II sitió la ciudad del Duero con el fin de acabar con la resistencia
leonesa. Estrechado el cerco, Vellido Dolfos salió en dirección al campamento
militar castellano y concretó una entrevista con Sancho II informándole de su
deserción del bando de doña Urraca. Una vez allí, el audaz caballero atravesó
la espalda del rey con una lanza y volvió galopando a Zamora, acontecimiento
que marcaría el rumbo de España para siempre. Menéndez Pidal, en un intento por
recuperar y lavar la imagen del caballero leonés, escribió sobre este suceso: “Si el heroísmo de Mucio Scevola, en lugar
de haber pasado a la historia contado por los historiadores republicanos de
Roma, se hubiera transmitido según el relato del campo etrusco, el nombre de
Scevola sería odioso en la historia de Italia como el de Vellido en la de España.”
En los cantares de gesta, la figura de Vellido Dolfos siempre es mencionada
haciendo referencia a su “traición”. En su huida y persecución (liderada por El
Cid), Vellido Dolfos atravesó un portillo de la muralla que había sido conocido
como “de la Traición”. En 2009, debido en gran medida a la presión ciudadana,
surgió una iniciativa política para reparar este error histórico y pasó a
denominarse oficialmente “Portillo de la Lealtad”.
Damnatio
memoriae es una locución latina que significa “condena de la memoria”.
Fue una práctica habitual en la antigua Roma que consistía en condenar la
memoria de un enemigo de Estado tras su muerte. Para ello se borraba cualquier
prueba de su existencia (imágenes, monumentos o inscripciones), llegando en
ocasiones a prohibir el uso de su nombre. Esta práctica se llevó a cabo desde
el antiguo Egipto hasta la extinta Unión Soviética, cuando Stalin eliminó de
los registros a todos sus adversarios políticos e incluso la censura del régimen
modificó fotos en las que aparecía con los condenados a muerte, como Trotski. En
el caso que nos concierne, esta práctica fue llevaba hasta el extremo de querer
borrar todo trazo de lo leonés debido a la enemistad entre los reinos de León y
Castilla durante el Medievo. En los territorios que pasaron a manos castellanas
(ya fuera por tratados o por la fuerza) se intentó eliminar cualquier rastro de
su anterior pertenencia con el fin de hacer olvidar a sus habitantes su
condición original. Una prueba de ello está en el monasterio de Santa María de Valbuena, fundado en 1143, en el que
recientemente ha aparecido un león rampante, emblema del Reino de León, tras
levantar la cal que había sobre un escudo cuartelado. Es decir, se había
intentado expresamente hacer olvidar la historia anterior a la dominación
castellana.
Otras cuestiones no baladíes también han
propiciado la confusión respecto a los límites de León:
Como ya hemos apuntado antes, es un error considerar que la unión de las
coronas de León y Castilla supuso la desaparición del reino. No obstante, esto
se debe en gran medida al desconcierto generado en torno a la diferencia entre
corona y reino. Si León hubiese desaparecido tras la unión, fagocitado por la Corona
castellana, esto significaría que todos los territorios que formaban parte de
la Corona leonesa (Galicia, Asturias y la Extremadura leonesa) hubiesen corrido
la misma suerte. Las características diferenciales del reino de León, su fundamentación
ideológica de origen mozárabe y su condición de germén de España, hicieron que
se eligiera el nombre de la ciudad para no caer en diferencias étnicas y
pretendía abarcar el mayor territorio posible. De la misma manera que Roma
utilizó el nombre de su ciudad capital, León siguió la misma estrategia, la
cual contribuyó a desdibujar su verdaderos límites y generar la confusión
actual entre ciudad/provincia/región.
Por esta misma razón, el territorio que era
ocupado en el ideario colectivo por Castilla, gracias a un glotónimo carente en
parte de connotaciones étnicas gracias al mestizaje que tuvo lugar en toda la
Península, era fácilmente arrebatado a León en el proceso de avance de la
Reconquista. La historiografía
castellanocéntrica, sobre todo a partir del siglo XIX pero no
exclusivamente, fomentó la confusión con el propósito de afianzar la unidad nacional.
Esto se hizo dando el papel protagonista a Castilla en el proceso de
construcción de España e ignorando todo lo relacionado con la labor de León en
este proceso. No olvidemos que Castilla nació originariamente como condado
escindido de León. Esta tergiversación secular ha propiciado el desorden
autonómico actual.
El determinismo
en boga durante la segunda mitad del siglo XIX tuvo una gran influencia en la
España de la época. Esta corriente importada de Francia asociaba la meseta con
Castilla y el paisaje mesetario con el carácter único de los españoles. Anteriormente,
fueron los primeros viajeros románticos, sobre todo franceses, los que iniciaron
esta asociación perniciosa, creando tópicos que perduran a día de hoy
como la asociación de España, desde un punto de vista romántico, con imágenes
costumbristas en las que suelen aparecer el flamenco y los toros. Todo ello grabó
en los intelectuales españoles posteriores unas ideas que moldearían su
pensamiento.
La obra de la generación del 98 significó la consolidación en el ideario
colectivo de una Castilla literaria de carácter abstracto. Los escritores e
intelectuales noventayochistas contribuyeron al ocultamiento de León de forma
constante y cayeron en contradicciones obvias al hacerlo. El pesimismo de la
mayoría de sus representantes sirvió para generar más confusión mediante su
leitmotiv, al asociar la meseta con Castilla e intentar entender España al
hacerlo. El vitoriano Ramiro de Maeztu es un buen ejemplo:
“¿Y qué se encuentra en la
inmensa meseta que se extiende desde Jaén hasta Vitoria, desde León hasta
Albacete, desde Salamanca hasta Castellón, desde Badajoz hasta Teruel? (...)
¿Qué es hoy Castilla? Recórrase en cualquier dirección. ¿Qué es hoy Castilla?
Un páramo horrible poblado por gentes cuya cualidad característica aparente es
el odio al agua y al árbol; ¡las dos fuentes de futura riqueza!”
Una prueba más de que la Castilla del 98 no se corresponde en absoluto
con la Castilla histórica y que sirvió para que provincias como Santander o
Logroño, de carácter costero y montañoso, se escindieran de Castilla La Vieja
durante la Transición por no identificarse con el paisaje inhóspito que describía.
El castellanocentrismo y centralismo del filósofo Ortega y Gasset también se observa
en una frase que aparece en su obra principal, La España invertebrada, en la
que critica los nacionalismos periféricos como fuerzas centrífugas que actuaban
por la coyuntura de decadencia: “…España es una cosa hecha por Castilla,
y hay razones para ir sospechando que, en general, sólo cabezas castellanas
tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral.”
Azorín, aun consciente de las diferencias
entre la Castilla real y la literaria, también se dejó llevar por el ambiente
intelectual de la época y se aprecia en este capcioso verso: “León, la
ciudad que ha sido la primera en la nacionalidad castellana.” Unamuno,
también consciente de las diferencias entre León y Castilla, aunque fuera sólo
por cuestiones lingüísticas, contribuyó al ocultamiento de León dentro de
España con frases como "Es el León leonés león de Castilla" o cuando afirmaba: "La Castilla
leonesa y asturiana, la de la Reconquista, la de Pelayo...".
Todas estas citas vienen a demostrar que el origen de la confusión se debe parcialmente
a las obsesiones de estos literatos y a los enredos ideológicos de la
generación del 98.
El proceso de manipulación histórica se perpetuó durante el franquismo puesto que
los historiadores y acólitos del régimen mantuvieron la visión
castellanocéntrica iniciada en el siglo XIX y pretendieron ensalzar la figura carpetovetónica
de los Reyes Católicos como valor de unión entre las diferentes regiones. Más
adelante, durante el proceso autonómico que siguió a la muerte de Franco,
Rodolfo Martín Villa (UCD) y Gregorio Peces Barba (PSOE) acordaron, sin referéndum
y por “motivos de Estado”, crear una autonomía basada en el valle del Duero y
sin ninguna fundamentación histórica, uniendo la Región Leonesa y parte de
Castilla La Vieja.
Esta autonomía no refrendada ha servido para crear un ente
financiado con dinero público llamado Fundación
Villalar, cuyo objetivo es “acrecentar
el sentimiento de pertenencia de los castellanos y leoneses a una Comunidad
Autónoma con identidad propia” pero que ignora por completo el carácter “birregional”
establecido en el Estatuto de Autonomía de Castilla y León. Esta fundación
recibe anualmente cerca de un millón de euros que se invierten para manipular
históricamente a los escolares e inculcarles ideas como que “Octavio Augusto vino a la península ibérica
a someter a Castilla y León” (cuando en realidad Castilla y León se creó en
1983) o hablarles de “las cortes
castellanoleonesas de 1188” (cuando las Cortes de
1188 fueron exclusivamente leonesas ya que en aquel entonces tenían diferentes reyes). Este despropósito continua con la marca
de garantía del sector agroalimentario “Tierra de Sabor” que vende productos
leoneses con la marca Castilla y sin hacer mención a su origen real. La última
polémica surgida en la Región Leonesa por una de estas imprecisiones ofensivas ha
sido a raíz de un texto que aparece en el apartado de historia de la página web
del Consejo de Estado y que, deliberadamente y por motivos desconocidos, ha ocultado y manipulado el carácter leonés de las Cortes de 1188, recientemente declaradas como las primeras de Europa
por la UNESCO.
El proceso de manipulación secular persiste actualmente a
pesar de las continuas denuncias que realizan los leoneses de las tres provincias y que son la razón
principal de que haya un movimiento que exige la disolución de la autonomía
de Castilla y León. El haber sido germen de España no debería significar semejante
condena al ostracismo y que la identidad leonesa se diluya en pro del porvenir
del Estado. Todas estas razones dan qué pensar: ¿por qué es León la única
región que carece de reconocimiento a pesar de tener su propio cuartel en el escudo
de España?
En esta entrada voy a transcribir un artículo que, por su antigüedad y por la efeméride que lo motivó, me ha resultado de gran interés. Fue publicado en El Salmantino por Fray Lego de Villalpando en 1908 con motivo del aniversario de la creación del Reino de León.
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Milenario del Reino de León
¡Leoneses!
Honrados habitantes y
naturales
del antiguo y
nobilísimo
reino de León:
Recordemos nuestra
historia.
En 1910, hace mil años
que tuvo origen nuestro reino.
Celebremos dignamente
con fiestas, Exposiciones, concursos, certámenes y Congresos tan glorioso
milenario.
Afirmemos en ocasión
tan oportuna y favorable nuestra personalidad regional, distinta de la
castellana, reclamando varonilmente, como que á ello tenemos perfectísimo
derecho, la restauración del régimen autonómico, que será fin de muchos males y
origen de grandes bienes para nuestra amada región.
¡Leoneses! A moverse y
dar pruebas de vitalidad y patrotismo.
Aunque están de moda los centenarios, no faltará quien
moteje de extraña y peregrina, si es que no de antipatriótica, la idea de
celebrar en 1910 el milenario del reino de León, que á mí me parece tan
natural, legítima, oportuna, conveniente y eficaz, para contribuir al
resurgimiento de España, mediante la robusta organización de sus regiones. Por
eso estoy encariñado con ella hace mucho tiempo y me atrevo á echarla á volar,
seguro de que la acogerán con simpatía y entusiasmo todos los buenos leoneses y
hallaré eco en voces autorizadas y elocuentes y en esa caja de resonancia
llamaba Prensa periódica, de modo que la idea pase á ser proyecto y el proyecto
se convierta en hermosa realidad.
La empresa se presenta, en verdad, dificultosa, siendo no
pocos ni pequeños los obstáculos que habrá que remover; pues, por nuestra
desventura, se trata de la región más olvidada de sí misma, más desconocedora
de sus derechos é intereses, más indiferente y apática ante el movimiento
actual de saludable reacción contra el tiránico y desprestigiado centralismo.
Tiene efectivamente, su historia el reino leonés tan
gloriosa, cuando menos, como la de cualquier otra región de España; pero…
¡vergüenza causa decirlo!... los mismos leoneses vivimos ignorantes de ella ó
la tenemos olvidada.
¿Cuántos saben que por espacio de trescientos años formamos
reino independiente; que nuestros ilustres monarcas, los Ordoños, Ramiros,
Bermudos, Fernandos y Alfonsos, dieron el principal empuje, el avance más
decisivo de la reconquista del territorio nacional, y que nuestra región
leonesa constituyó el centro, el corazón, el alma de la gran patria española,
ejerciendo natural y acatada hegemonía sobre los demás reinos que la integran?
¿Cuántos saben que entre nosotros se conservan las gloriosas
tradiciones visigóticas hasta ser vulgarmente conocido el incomparable Forum Judicum con el nombre de Fuero juzgo de León; que entre nosotros
aparecieron perfectamente organizados los Municipios Medioevales (1020) y las
primeras Cortes políticas (1188), en que tuvieran asiento, con el clero y la
nobleza, los representantes ó procuradores de las ciudades y villas, el estado llano popular, antes que en
ningún otro reino de la Península ni de Europa?
¿Cuántos saben que, aun después de unidos con Castilla (1230), seguimos disfrutando, como era justo, y
debido, autonomía judicial, administrativa y en cierto modo política, respetada
por las Cortes generales, donde se disponía que pecharan “los de León assi como
es fuero de León (1258)”, que “ningún home que sea de otra tierra que non
judgue ni tenga pleito que sea de León” y “que haya en la corte ocho alcaldes
del reino de León (1274)”, los cuales “juzguen los pleitos y alzadas en la casa
del rey por el Libro juzgo de León é non por otro ninguno, ni los juzgasen
alcaldes de otros logares (1293)?”
¿Quién piensa en que los reyes venían á tener Cortes
particulares para el reino leonés, ni en las famosas Hermandades, tan
vigilantes y energéticas en defender los intereses de los pueblos contra el caciquismo de entonces, ni se acuerda
siquiera del Juzgado ó Audiencia de León, del notario mayor y defensor del
reino, con que hasta tiempos modernos conservábamos cierta sombra de
personalidad histórica?
¿En qué nos parecemos á aquellos altivos leoneses, tan
celosos de sus franquicias y derechos, que ante todo pedían en las Cortes
reconocimiento, confirmación y respeto de sus fueros y privilegios, no
consintiendo que sufriesen menoscabo las preeminencias y reputación del reino,
aunque fuera preciso amenazar al poderoso y autoritario Alfonso XI, con tener
por desaforadas y no cumplideras las cartas reales que trajeran el nombre de
Toledo antepuesto al de León?
¡Cuánta fue su grandeza y es su estrago!
¡Ya ni nos queda autonomía, ni fueros, ni preeminencias, ni
representación, ni nombre siquiera pues hasta el nombre hemos perdido o
renunciado, dejándonos llamar y teniéndonos por castellanos! De modo que, no sólo Valladolid y Palencia, sino Toro
y Zamora, Salamanca (la Atenas castellana!)
y Ciudad-Rodrigo, Benavente y Astorga, están por lo visto en Castilla; y quizá los moradores de la metrópoli legionense se
tengan también por paisanos del Cid, pues hasta en las extremas Portillas de
Sanabria vemos un Castromil de Castilla;
que tanto se ha dilatado la hija emancipada y tanto se ha contraído su generoso
padre!
Reconozcámoslo, aunque nos duela; no hay región en España
más decaída y anulada que la nuestra. Cierto que todas ellas perdieron sus
fueros é instituciones peculiares, ora fascinadas por el canto traidor de la
sirena igualitaria y centralista, ora vencidas por el vengativo absolutismo
borbónico ó el uniformismo liberal, pero algo lograron conservar de su
particular fisonomía, de sus veneradas tradiciones, de su idioma ó dialecto. Y
ese algo, ese no extinguido fuego de patriotismo regional, sirve ahora de
impulsor al saludable movimiento de protesta, que en casi todas se nota, contra
los abusos y demasías intolerables de la política centralista, que nos oprime,
arruina y envilece.
Ahí está Cataluña, reivindicando con energía y tesón el
derecho á vivir y prosperar; ahí Valencia y Baleares, aprestándose también á la
lucha; ahí Navarra y Vasconia, reclamando tenazmente la reintegración de sus
fueros; ahí Aragón, Galicia y Asturias, dando muestras de vitalidad y pugnando
por sacudir el yugo del caciquismo; ahí Extremadura, Andalucía y Canarias,
queriendo tener vida propia; ahí, finalmente, la misma Castilla, vejada y
oprimida como las demás, celebrando asambleas y certámenes en que se preconiza,
como idea salvadora, la solidaridad castellana.
Sólo la región leonesa permanece inerte, resignada, envuelta
en tinieblas de desconocimiento propio, maniatada con cadenas de incomprensible
apatía.
¡Qué! ¿Se ha extinguido por completo aquel espíritu noble y
levantado, tradicionalista, genuinamente leonés que caracterizó á nuestros
mayores? ¿Hemos perdido la conciencia de lo que somos y representamos dentro de
la gran familia española, y aun la noción de dignidad y honor, para que así no
estemos aletargados ante el hermoso resurgir de las regiones, neutros en la
contienda entablada, en la lucha trascendental y decisiva que se va
generalizando entre los amantes de la España tradicional, legítima, católica,
regionalista, y los insensatos partidarios y fautores de una España modernista,
degenerada, heretical y vergonzante que nos brinda con la igualdad en la esclavitud y libertinaje de las pasiones
desenfrenadas?
¿Seremos de los infinitos… necios, ignorantes ó engañados,
que consideran el regionalismo como régimen exótico, siendo indígena de
abolengo, como aspiración separatista
y anacrónica, siendo realmente la única solución, el medio más adecuado y
eficaz para reconstituir, no ya las patrias chicas, sino la patria grande,
nuestra querida España, nunca más grande, una y gloriosa que cuando las
regiones administraban sus respectivos intereses y se desenvolvían sin trabas
las iniciativas particulares en todas las esferas de la humana actividad,
limitándose el Estado á amparar y proteger todos los derechos, promulgando las
leyes y nombrando los jueces que pedían los pueblos, y cobrando los tributos
que los pueblos buenamente querían otorgar? Todo al revés de lo que pasa en
estos infelices tiempos de libertad y democracia.
¿Con qué derecho nos hablan de unidad nacional esos
políticos fracasados y periodistas sin conciencia, si ellos precisamente son
los que han roto la unidad de creencias, sentimientos é ideales de la nación
española; ellos, mentidos patriotas, muladíes renegados, los que han arruinado
y deprimido nuestra patria; ellos los que prosiguen obcecadamente
desquiciándola y disolviéndola con teorías anárquicas con leyes que solo
favorecen á impíos y malhechores, con infames campañas, fomentadoras de vicios
y de crímenes?
¡Ea, leoneses, á luchar resueltamente por Dios y por la
patria!
¿No oís el clarín guerrero
que convoca á las regiones
contra el centralismo artero,
asesino verdadero
de España y sus tradiciones?
¡Despertad! No indiferentes
deben presenciar ni ociosos
esta lid, los descendientes
de tantos hombres valientes
de tantos nombres gloriosos.
La ocasión se nos brinda oportuna y favorable. Dentro de
poco, el año de 1910, será el milésimo aniversario de la erección del reino
legionense; y no seremos buenos patriotas, mereceremos que las demás regiones
nos desprecien por adyectos y degenerados, si dejamos transcurrir dicha fecha
sin recordar nuestro glorioso pasado, con fiestas que sirvan para conocernos y estimarnos,
con actos que demuestren nuestra vitalidad y decisión para defender nuestros
derechos, remediar nuestros males, fomentar nuestra riqueza é iniciar una era
de prosperidad y ventura para nuestra amada región.
¡De cuantas cosas buenas puede ser ocasión el milenario!
Servirá, por de pronto, para conocer nuestra Historia, que
solo se halla esbozada en la general de España y en las obras del meritísimo
padre Risco, y necesita complementarse con los datos esparcidos en monografías
particulares y con el tesoro inexplotado de los archivos catedrales,
municipales y particulares.
Servirá también para esclarecer puntos de tanta importancia
como el origen de la monarquía leonesa, envuelto en sombras de rebeliones y
complacencias inexplicables; para vindicar á nuestros reyes de acusaciones
gratuitas, que corren en letras de molde; para estudiar nuestra etnografía,
menos confusa y heterogénea de lo que suele suponerse; para precisar el
dialecto leonés y la parte que nos corresponde en la formación del que llaman idioma
castellano; para honrar la memoria de los hombres ilustres que ha tenido
siempre, como los que tiene ahora, la región leonesa para saber el estado de
nuestra agricultura, ganadería é industria y tratar de mejorarlas; para
proponer y llevar á efecto un plan de canales de riego y ferrocarriles
secundarios, con capitales de la misma región; para explotar en igual forma la
inmensa riqueza minera de nuestro suelo; para conocer el riquísimo tesoro
artístico de nuestras iglesias, las instituciones literarias, sociales y
políticas de nuestro reino, proponer los medios de mejorar la insostenible
situación de colonos y jornaleros, y, por último, organizar un partido
regionalista leonés, en que formen todos los antiliberales y desengañados, con
el siguiente programa: protección, defensa y fomento de los intereses
religiosos, morales y materiales de la región leonesa, y restauración del
régimen autonómico en todos los ramos de la administración pública, que no son
atributo esencial de la soberanía.
A los organizadores del milenario toca disponer los actos
que hayan de celebrarse; pero me parece que no podrán faltar los siguientes:
Exposición histórica, donde puedan verse en realidad ó en
imagen las preciosidades artísticas de nuestros templos, villas y ciudades, en
monumentos arqueológicos de todas clases.
Certamen histórico, donde se premien las memorias y
monografías que lo merezcan, entre las que habrán de figurar la Historia,
Geografía y Diccionario geográfico-histórico del reino de León; etnografía de
los leoneses, los reyes de León vindicados, Instituciones leonesas, Biografías
de leoneses ilustres, etc., etc.
Exposición industrial de productos mineros, agrícolas y
fabriles, exclusivamente regionales, con premios á los mejores expositores.
Concurso de ganados y Asamblea de ganaderos, para proponer
los medios de conservar y mejorar las razas y los pastos.
Certamen científico-literario y Exposición bibliográfica de
autores leoneses, actos que podrán celebrarse en Salamanca, en atención á su
famosísima Universidad gloria del reino legionense y de toda España.
Asamblea de notables, en la que tomen parte, por invitación
de la Junta organizadora, todos los leoneses ilustres por su dignidad, nobleza
y talento (como son Cardenales, Obispos, magnates, magistrados, generales,
escritores, artistas, sociólogos, etcétera,) para que espongan su autorizada
opinión acerca de nuestros medios más adecuados y conducentes al
engrandecimiento de nuestra región y de España.
¡Qué hermoso nos parece todo esto! Pero como suele decirse,
¿quién pone el cascabel al gato? ¿Quién se encarga de llevar á efecto tan
halagüeño y utilísimo proyecto? ¿No es cierto que en toda derecho, razón y
conveniencia debieran dirigirlo los ilustres Cabildos catedrales, con anuencia
de las Diputaciones, Ayuntamientos y otras entidades ó personas de viso en la
región?
Yo soñé que se reunía en León ó Benavente, como en otro
tiempo las célebres Hermandades, una respetable asamblea de entusiastas
leoneses, y que en ella se acordó, con tiempo, el nombramiento de una Junta
organizadora del Milenario, encargada de realizar el proyecto, solicitar y
recibir premios y donativos, publicar una Revista mensual, con la colaboración
de distinguidos arqueólogos é historiógrafos, etc. y que el magnífico convento
de San Marcos se había destinado á Museo y Archivo regional, y que á uno y otro
lado de la estatua de Guzmán el Bueno se alzaban elegantes pabellones de una
gran Exposición, etc., etc., etc.
Terminaré recordando que los límites de la región leonesa,
por la parte de Castilla, son los ríos Pisuerga y Adaja hasta las fuentes del
Tormes.
Es una tarea harto compleja la de remontarse a un hito que pueda considerarse punto de partida del regionalismo leonés en Salamanca. En la década de los 70 del s.XIX aparecen las primeras muestras de defensa identitaria al calor de los movimientos que se producían en toda Europa y del debate federal promovido por la 1ª República. Ya en 1873, en una carta dirigida a las Cortes Constituyentes, el representante de la provincia de León dejaba claro sobre la región que:
"por su situación topográfica, por sus producciones, por sus costumbres, no pertenece ni debe considerarse una parte de Castilla la Vieja, y ya que cuenta con elementos más que suficientes para constituir por sí un Estado próspero, no debe ni puede ser absorbida por otro, sea cualquiera su nombre, y con el que no la unirá seguramente relaciones de ninguna especie.”
Esta misiva es una muestra de la conciencia regional que
perduraba a pesar de los anhelos expansivos del Pacto Federal Castellano que
fue firmado en 1869 y que nunca llegó a materializarse. Salamanca, que había
enviado sus propios representantes para firmar el pacto, fue, de las provincias
leonesas, la que mostró mayor simpatía a las pretensiones de los pactistas y prueba
de ello es la aparición de diferentes diarios favorables como El Correo
Castellano en 1884.
A pesar de algunos tímidos esfuerzos iniciales por la sanear
la decadente escena cultural, no fue hasta la llegada de Miguel de Unamuno en
1890 cuando se dio un giro a la situación de hastío que vivía la ciudad del
Tormes. El recién llegado catedrático de griego encuentra en la quietud de la
ciudad el marco perfecto para desarrollar sus ideas que fluían en parte merced
a la ruptura espiritual que supuso el cambio de Bilbao a Salamanca. Aquí ahondó
en su concepto de España y poco después, en 1895, publica su primer libro, En torno al casticismo, en el que
intenta definir lo eterno del carácter español. Para ello consideraba que
indagar en lo más cotidiano de un pueblo era la forma de llegar a comprender su
historia, y por ello viajó profusamente por toda la provincia recogiendo
materiales sobre la lengua, el folklore y las costumbres locales. Así, en 1897
escribía a su discípulo Federico de Onís:
“Estoy metido de hoz y de coz y con gran empeño de la formación del vocabulario de la región salmantina. Tengo cerca de mil voces recogidas y cada día me envían nuevas los colaboradores que me he echado. Es una cosecha mucho más copiosa de lo que creía, sobre todo de la Sierra y del distrito de Ledesma (donde cae parte de Sayago). Hay cosas curiosísimas como donde pronuncian la Z y dicen dereda por cereza, hadé por hacer, etc. En voces la mies es enorme, y las hay interesantísimas.”
No es casualidad que fuera en esta época cuando acuñó el
término intrahistoria para referirse a los acontecimientos latentes en la vida
diaria, lo que ocurre más allá de los titulares de prensa. Al acometer la recopilación
de datos antropológicos comenzaría una tarea en la que perseveró durante años y
que sumaría un número importante de adeptos. Asimismo, serviría de base al
regionalismo cultural y literario que se estaba gestando.
Los Juegos Florales
Cuando alboreaba el siglo XX se celebraron los primeros
Juegos Florales de Salamanca. La intención era recuperar, mediante un evento
floral, el amor por lo propio a través de la literatura en prosa y en verso,
una tradición originariamente romana que fue recuperada por los trovadores
provenzales en el siglo XIV. Este momento marca el fin de la estigmatización de
lo regional del que sería artífice en gran medida el diligente profesor. La
prensa de la ciudad comentaba el acontecimiento incesantemente, magnificado aún
más al conocerse la presencia de Joaquín Costa en el acto por invitación de
Unamuno. La semana anterior se publica el nombre del ganador y la prensa continúa
desarrollando su actividad febril. El
noticiero salmantino envía una carta a Costa elogiándole así:
“Allí también hay oligarquías y caciquismos de segundo o tercer grado... Los Juegos Florales son loables y solemnes certámenes donde se reflejan sanos y bellos ideales en pro de la regeneración social. (...) No ya Salamanca, toda España se halla pendiente de vuestra plática.”
Así, el 19 de septiembre de 1901, Costa es el encargado de
abrir el evento con su célebre e innovador discurso “Crisis política en España”
y el jurado, presidido por Unamuno, entrega la Flor Natural al ganador, Jose
María Gabriel y Galán, por su poema en castellano “La ama”. Muchos años más
tarde, otro ilustre salmantino, Iscar Peyra, escribiría sobre los Juegos:
"Fue aquel año, el Floreal por
excelencia de nuestro calendario regenerador. Pasado el efecto de los
descalabros coloniales, y mitigada la amargura del vencimiento con el pan de la
conformidad española, que amengua con raciones de sol y con el rojo vino del
jolgorio taurino y verbenero los duelos y aflicciones con que la historia nos
trastorna y quebranta, la geografía peninsular se convirtió en el más ameno y
frondoso vergel retórico. De Salamanca la sabia, de Zaragoza, la invicta y
testaruda; de Valencia (...) se levantó el clamor municipal convocando a los
poetas para que cubriesen con su florido manto las cicatrices de la patria
resquebrajada y empobrecida."
El regionalismo estético de los Juegos Florales pretendía ser un remedo frente a las emociones paroxísticas del nacionalismo catalán. Este nacionalismo literario, al que contribuyeron sobre todo Unamuno y Azorín, quería hacer de factor de cohesión y afianzar lo colectivo del espíritu nacional. El otro acontecimiento que sirvió como propulsor de estar regeneración fue la encuesta etnográfica iniciada el mismo año por la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid. Sobre este estudio, Maldonado dejó escrito en 1925:
“Se enviaron a Madrid miles de papeletas
curiosísimas, que revelaron el fondo original de la raza con todo su lastre
consuetudinario; Fernández de Gata y Lamano comenzaron sus trabajos
lingüísticos y, animados por el interés que despertaba la vida charruna,
aparecieron los primeros esbozos de literatura regional.”
Epistolario
entre Unamuno y Pidal
Poco antes de los primeros Juegos Florales, tuvo lugar en Madrid el primer encuentro entre Unamuno y Menéndez Pidal con motivo de la oposición a la cátedra de la Universidad de Madrid, a la cual renunció Unamuno. A partir de ese momento se forja una cordial relación entre dos miembros destacados de la generación del 98: un intelectual con afán divulgador y una eminencia de la filología. De esta amistad queda testimonio en la correspondencia que ambos mantuvieron durante años. A finales del año 1900, Pidal escribe una carta en la que cortésmente pide:
“Mi distinguido amigo y compañero: mucho dudé antes de molestarle con una petición, pero no hallo a nadie mejor a quien hacérsela. No es por otro lado cosa muy pesada. Se trata de que me envíe copia de 10 palabras del Fuero de Salamanca, según el códice del siglo XIV que ahí existe.”
Además de incluir la información que Pidal necesitaba recabar, el profesor noventayochista le ofrece todos los materiales que venía recogiendo prácticamente desde su llegada a la ciudad del Tormes. Pidal estaba inmerso en la preparación de un estudio sobre el leonés y, aunque en fase inicial, culminaría en una publicación de suma importancia. Más adelante, en 1903, con motivo de un escrito en el que Unamuno exhortaba a Pidal a involucrarse en el análisis del Fuero de Ledesma, éste respondía:
“Apunto el brezar y el dativo lle del Fuero de Ledesma. Muy interesante será la publicación de éste; hay pocos textos bien publicados del antiguo reino de León, y ese a lo que parece tiene los leonesismos muy acentuados.”
Periodo de actividad
El año 1903 también presenció la publicación de la obra
principal de Luis Maldonado, figura esencial en la comprensión del regionalismo
charro, Del campo y de la ciudad. Esa
colección de cuentos estaba escrita en el habla local charra y fue precursora
de otras. La actividad continúo durante toda la década. En 1906 vería la luz el
trabajo en el que Menéndez Pidal llevaba trabajando varios años, El dialecto leonés, el primer tratado
riguroso sobre el habla que abarca el dominio lingüístico desde Asturias hasta
Extremadura. Durante este todo este tiempo continuó la correspondencia entre
Federico de Onís, del que ya hemos hablado, y Miguel de Unamuno. Ambos estaban
estrechamente ligados y no exclusivamente por lazos académicos, ya que Unamuno
conocía al padre de su pupilo y le había visto medrar desde la infancia. Onís
estaba inmerso en el estudio de los fueros leoneses y Unamuno le animaba a que
encontrara similitudes entre las hablas salmantina y sayaguesa. En 1907, a raíz
de una carta que hacía referencia a este hecho, Unamuno responde a Onís:
“aquí hay tres regiones, la de cerrar, la de
candar y la de pechar. Mi idea es que Salamanca no es Castilla sino una
transición de León a Extremadura con toques portugueses y algunos
castellanos"
En la
íntima cercanía que unía a ambos estudiosos, Unamuno se desprendía de la
Castilla literaria a la que invocaba en sus versos. Cuanto más indaga en la
idiosincrasia local, mayor es su encontronazo con la realidad salmantina
mediante su estudio intrahistórico de la región, el cual le permite llegar a
esta conclusión. La intrahistoria, uno de sus conceptos que mayor debate ha
suscitado, consiste en llegar a lo esencial de un pueblo y es así como se
encuentra de pleno con la singularidad leonesa en el seno de su “visión de
Castilla”.
Dos
años después de que le enviaran esta reveladora carta, Onís publicó su tesis
doctoral, titulada Contribución al
estudio del dialecto leonés. Examen filológico de algunos documentos de la
Catedral de Salamanca. Su mentor intelectual se había encomendado a la
tarea de guiarle durante todo el proceso. En esta época también se publica otra obra trascendental en
el estudio del leonés de Salamanca, El
dialecto vulgar salmantino de José Lamano y Beneite. Igualmente, Luis
Maldonado continúa con su labor divulgadora al prologar, en 1915, la obra Charras de Saturnino Galache de la
siguiente manera:
“La tierra charra en
que vivimos… es algo substancialmente determinado, distinto, claro, manifiesto
y diferente del resto de España, aunque unida a ella por indisolubles vínculos
de nacimiento, y por eternos lazos de territorio y de historia.”
De la fecunda amistad entre Unamuno y Pidal surgió la idea
de aunar esfuerzos para ampliar la obra. Ambos habían contribuido ampliamente a
la formación de sendos alumnos, Federico de Onís y Américo Castro. Unamuno
delegó en su amigo filólogo la tarea de culminar la formación de su alumno. De esta
forma, Onís pasó a formar parte del equipo de Pidal para afianzar lo que le
había enseñado. El otro estudiante de la universidad de Salamanca y discípulo
de Pidal, Castro, que se encontraba estudiando los fueros de Alba de Tormes y
Zamora, se mostró dispuesto a complementar su trabajo con el ya iniciado por
Onís. En 1916 publicaron conjuntamente Fueros leoneses
de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes,
que siguen siendo la piedra angular para el entendimiento de las cartas fundacionales
de estas ciudades.
El advenimiento de las aspiraciones políticas
Manuel García-Prieto, marqués de Alhucemas, fue un abogado
astorgano de gran prestigio y hombre de Estado. Este diputado llegó a ocupar la
Presidencia del Gobierno en varias ocasiones así como la presidencia del Senado.
Durante el reinado de Alfonso XIII, se aprobó la Ley de Mancomunidades, que
permitía a las provincias llegar a acuerdos para defender intereses comunes. Este
periodo fue de gran inestabilidad en la política española y eran frecuentes los
gobiernos de concentración en un Congreso de por sí muy atomizado. Así, en
1917, nació la mancomunidad de Cataluña con el apoyo de la Lliga Regionalista
de Cambó y se generó un apasionado debate en toda España sobre cómo debían
organizarse el resto de regiones. En mayo del año siguiente, García-Prieto,
volvió a ocupar la Presidencia del Gobierno durante un mes como militante en la
escisión del partido que lideraba, el Partido Liberal Democrático. Así se
refería El porvenir de Béjar, el 11 de agosto de 1918, a las aptitudes de
García-Prieto y a Salamanca:
“… las que se refieren a la historia, ha estado y está en intima y
espiritual unión con la de León. Dentro de ésta dase Bando entre los hombres
públicos hay uno en quien concurren un cúmulo tal de circunstancias, a las que
se unen su significación, sus prestigios personales y su relieve, que por todo
ello, es el indicado como único para ponerse al frente del movimiento
regionalista leonés-salmantino.”
Aunque
García-Prieto fue elegido, no pudo ocupar el acta de diputado, pero queda
patente la voluntad del periódico de establecer una unión política entre las
provincias leonesas que nunca sabremos en qué pudo haber terminado. El 9 de
noviembre volvió a formar un gobierno de transición hasta diciembre, ya que el
Proyecto de Mancomunidades hizo caer al gabinete y se descompuso.
Curiosamente,
la joven promesa José Sánchez Rojas escribió, ese mismo año, una columna en la
que hacía distinción entre regionalismo promovido desde las élites
vallisoletanas y el regionalismo leonés. Dice así:
“… el castellano anti-catalán de
Valladolid es un movimiento artificioso que se va ahogando por el regionalismo
municipal y anticaciquista de Salamanca, de León, de Zamora y otras
poblaciones.”
Se trata de uno de los primeros testimonios en los que se
argumenta la disparidad entre dos tipos de regionalismos, el que se jaleaba por
parte de la burguesía vallisoletana a través de El norte de Castilla en defensa de sus intereses cerealistas y el
agrarismo que Sánchez Rojas defendía como sindicalista en la batalla electoral
de Peñaranda de Bracamonte contra el caciquismo. No obstante, en otro artículo
publicado en relación con la situación en Cataluña, Rojas sentencia:
“Nuestro regionalismo no puede ser todavía político y ciudadano; tiene
que ser, ante todo y sobre todo, agrario y campesino.”
José Sánchez Rojas
La figura de este hombre es esencial en la comprensión del
maniqueísmo vinculado con el regionalismo leonés y castellano. José Sánchez
Rojas fue un abogado y cronista de meritorias dotes literarias nacido en Alba
de Tormes. Discípulo y amigo de Unamuno (hasta el punto de que este le apodó
Rojitas) viajó por toda la geografía española escribiendo para diferentes
publicaciones y, como ya mencionamos antes, se involucró activamente en la
cuestión agraria, tema sobre el que nos legó abundantes textos. Fue considerado
en palabras de la prensa contemporánea como “uno de los escritores más cultos y castizos,
desde el más sensible, después de Azorín, a la vida y el paisaje de Castilla”.
En una de sus obras “Paisajes y cosas de Castilla”, colección de artículos de
prensa publicada en 1919, Rojas incluye un apartado titulado Paisajes leoneses: «Diferencias, más reales
que aparentes, que separan los dos viejos reinos de León y Castilla» en el
que se refiere a las ciudades leonesas. En uno de sus artículos, titulado El
espíritu leonés y escrito durante una estancia en Zamora, Rojas dice así:
“Históricamente
conocéis las andanzas de estos pueblos: Zamora, entraña de León, fue pisoteada
por Castilla. Espiritualmente (tradición, carácter, paisaje y fisonomía de sus
hijos, sabor actual y ecos de leyendas pretéritas) ni Zamora (Toro, Benavente)
ni Salamanca (Ledesma, Ciudad Rodrigo, Alba de Tormes) ni León (Astorga,
Sahagún) son pueblos castellanos. Así, León es una cosa distinta de Castilla.”
Ese mismo año, el ensayista segoviano especializado en
historia Luis Carretero, envió una carta a Rojas reprochándole el galimatías
que producía su uso de la palabra Castilla. En su respuesta, publicada en El
Sol, el albense constata:
“(…)todos nosotros - Díaz Caneja, Pérez Solía,
Senador, Gascón, etc. - partimos de una confusión lamentable, agrupando en una
misma denominación geográfica, las tierras de Castilla y de León, sin darnos
cata de un confusionismo peligroso, contribuimos, con el mejor de los
propósitos, pero con la peor de las conductas, a la asfixia de otras tierras
que, como Castilla La Vieja, ningún parentesco espiritual tienen con nuestras
tierras leonesas. Castilla La Vieja es una cosa, y León otra muy distinta.”
En la
misma réplica Rojas continúa su disertación justificando la utilización del
término para referirse a ambas regiones:
“El Sr. Carretero me permitirá que no me
entretenga ahora en demostrar hasta qué punto se han fundido y compenetrado las
once provincias de los dos antiguos reinos de León y de Castilla La Vieja, y de
qué modo tan eficaz se han influido unas a otras recíprocamente.”
La
“lamentable confusión” a la que se refiere el experto en historia parece
constatarse muchos años después con la continuación de la obra que realizó su
hijo, Anselmo Carretero. En su obra El antiguo reino de León, reitera la
condición leonesa de Salamanca y dice así sobre el estudio salmanticense:
“Por su cuna, por sus
orígenes, por su creador y por los motivos que le impulsaron a fundarla, la
Universidad de Salamanca es una obra total e inequívocamente leonesa. Ello no
obstante, frases como “la universidad castellana de Salamanca”, “la gran
creación universitaria de Castilla”, “la universidad salmanticense
universitaria gloria del espíritu castellano” se multiplican ad infinitum en
libros españoles y extranjeros. En éste, como en otros muchos casos, la pereza
mental, la burocracia intelectual o la demagogia política dan al falso tópico
patente de verdad indiscutible.”
La década de los 20 parece augurar el fin del miedo a mentar León por parte de muchos intelectuales
de la escuela salmantina. En su célebre Andazas,
crónica de viajes publicada en 1920, Unamuno se refiere
así a su ciudad de adopción:
“Esta ciudad y región
en que vivo, Salamanca, perteneció al reino de León, y leonesas son las
particularidades de su habla popular, que del castellano literario se apartan
algo. O más bien por esta provincia cruzaba la frontera entre ambos reinos, por
poblados que aun hoy llevan el apelativo de la Frontera, como Zorita de la
Frontera, por ejemplo.”
En 1924, mucho tiempo después de publicar Del campo y de la
ciudad, Luis Maldonado se lamenta de la situación del habla local y la falta de
sensibilidad por lo propio en su texto El
dialecto charruno:
"La forma dialectal
sucumbe bajo el rasero de una cultura general, creada en ínfimo nivel por la
prensa periódica; el bello y castizo dialecto leonés, al menos lo que queda de
él entre los charros de las Uces, Valsalabroso, Cabeza del Caballo, Cerezal de
Peñahorcada, El Rebollar, Peñaparda y otros pocos pueblos más, no sirve ya de
forma expresiva a la nueva literatura."
La rivalidad entre Rojas y Getino
Después del destierro de Sánchez Rojas en Huesca por la dictadura de Primo
de Rivera, la Diputación provincial de Salamanca convoca un concurso de méritos
para el puesto de cronista oficial. No tardan en surgir voces en la ciudad que
ensalzan la capacidad de Rojas para la plaza debido a su conocimiento de la
realidad salmantina. La primera sería la Federación obrera y poco después
llegarían apoyos del rector Esperabé y otros catedráticos de la universidad. La
prensa de nuevo se involucraba en el debate y el tema sería la comidilla de
finales de 1924. Sin embargo, la Diputación, controlada por la conservadora
Unión Popular, decidió a favor de Luis Alonso Getino, fraile dominico que había
estudiado Historia y Teología en el Estudio General de San Esteban. La decisión
sesgada encolerizó a muchos y se organizó un evento de apoyo a Rojas que contó
con el apoyo de algunos políticos radicados en Madrid como Indalecio Prieto, César González Ruano o
Julián Besteiro. A pesar los esfuerzos, fue finalmente el sacerdote, antítesis
de lo que representaba Rojas, el encargado de relatar los acontecimientos de
Salamanca durante los siguientes años.
La
rivalidad parece continuar en forma de escritos, en las alabanzas que los dos
escritores hacen a la región. En la obra editada por la Diputación, Anales
salmantinos, publicada en 1927, el advenedizo Getino se refiere de la siguiente
manera al “florón más preciado de la región leonesa y la capital intelectual de
España”:
“En la redacción de los ANALES SALMANTINOS
esta consideración será forzosamente una idea directriz; porque además de estar
fundada en la más gloriosa realidad, no podemos olvidar nunca que el informe
del ponente para otorgarnos la plaza de Cronista de Salamanca se apoyaba en
nuestras obras sobre Fray Luis de León y sobre Fray Francisco de Vitoria, que
no fueron naturales de Salamanca, ni siquiera de su Obispado, ni siquiera de la
región leonesa (para quien esta Universidad se había primitivamente levantado);
pero que eran glorias genuinamente salmantinas, por haber encontrado aquí el
ambiente que necesitaban para brillar, la tierra donde esos gérmenes se
desarrollaron, florecieron y fructificaron y el altavoz que les dió a conocer
por todo el mundo.
Salamanca no es para nosotros tan sólo la provincia de hoy con cien años de fecha,
sino la capital espiritual de la región leonesa desde los tiempos de Alfonso
IX, el centro de la cultura peninsular más importante en toda la edad media y
uno de los cuatro Estudios General de la Cristiandad durante varios siglos.”
José Sánchez Rojas, en un artículo titulado La casa salmantina publicado dos años
después en el periódico La Nación, continúa deleitando a sus lectores con las
loas que parecen competir en belleza con las de su antiguo rival:
"Salamanca no es
Castilla: es León. Y León tiene la blandura de Galicia, la zorrería lusitana y
la sequedad, ya un poco apagada, del suelo de Castilla. Y León en lo urbano
produce al salmantino y en el campo al charro. Así, las piedras, que no son más
que proyección del espíritu de la ciudad en la ciudad, despista á esos
espíritus curiosos que, como mi amigo Pedro de Répide, han ido a Salamanca es
busca de la austeridad, de la secura, de la llaneza castellanas. Y Salamanca no
es eso. Salamanca es la floración, la eterna floración del espíritu, que no se
concreta nunca porque si madurase se agostaría y es el anhelo de la
posibilidad, frente a otras ciudades que son ya el fruto y la decadencia de una
raza que vive de sus recuerdos.”
La llegada de la Segunda República
A pesar de no haber logrado establecer una organización
entre las tres provincias debido a los incesantes vaivenes políticos, el
Tribunal de Garantías Constituciones, precursor del moderno Tribunal Constitucional,
establecía la existencia de 14 regiones, cada una de las cuales enviaría un
representante a Madrid. La Ley orgánica del 14 de junio de 1933 establecía que
León (Salamanca, Zamora y León) enviaría un vocal elegido por su asamblea
legislativa.
En esta época, la publicación El Salmantino, en un artículo
titulado Que nombren a Unamuno deja
patente la existencia de una corriente por la autonomía leonesa en la provincia:
"...pero fácilmente pueden desaparecer
ambos inconvenientes en estos tiempos de tendencias autonomistas porque no ha
de olvidarse que Salamanca pertenece al reino de León y que con el mismo
derecho que Cataluña, Vasconia, Galicia y otras regiones, podemos ordenar y
arreglar nuestras casas suprimiendo los muebles que nos estorban y sustituyéndolos
por otros de mayor utilidad.
Que el señor Unamuno sea nuestro alcalde y ya
lo arreglaremos todo."
Unamuno
fue elegido concejal por el alcalde franquista en 1936, aunque sólo estaría
presente el día de presentación del acta ya que no volvería a aparecer por el
consistorio y en octubre de ese año fue despojado de su acta, la cual no se le
volvería restituir hasta 2011 por el alcalde Alfonso Fernández Mañueco.
Franquismo,
Transición y actualidad
Durante
el franquismo, aunque la región de León no tendría ninguna atribución de
competencias, continuarían celebrándose eventos testimoniales como el certamen de
Miss España en el que la región enviaría sus propias representantes. Además, la
universidad continuaría con su labor científica con la publicación de los trabajos
de Luis Cortés Vázquez (Cuentos populares de Salamanca, Leyendas, cuentos y
romances de Sanabria y Alfarería popular del Reino de León) o la tesis doctoral
Antonio Llorente Maldonado (Estudio sobre el habla de La Ribera).
La
vuelta de la democracia hizo eclosionar las primeras agrupaciones políticas a
favor de la autonomía de la Región leonesa. Apareció el GRES (Grupo
Regionalista Salmantino), que pronto tornaría en la formación del PREPAL
(Partido regionalista del País Leonés), particularmente activo en los años 80. En
los 90 se continuó con la labor divulgativa por parte de grupos juveniles como
la Mesa Divulgativa Leonesa. Con la llegada del nuevo siglo apareció en 2001 la
UPS (Unión del pueblo salmantino), que seguidamente firmó acuerdos de colaboración
con la UPL, así como el Colectivo Ciudadanos Reino de León o la asociación en
defensa del leonés La Barda. Esta asociación colaboró con el doctor en
filología de la Universidad de Salamanca y experto en lenguas minorizadas, Raúl
Sánchez, para trabajar en la estandarización del leonés e impartir cursos en la
ciudad. El sentimiento regional persiste si bien, por lo general, los
resultados electorales de los partidos leonesistas son exiguos. A finales de 2011, el
reputado periodista taurino Paco Cañamero escribió un artículo titulado Las ilusiones
de 2012 en El Adelanto:
“Que la autonomía de Castilla y León se
divida en dos y el viejo reino de León recupere su sello histórico. Pero sobre
todo que Salamanca tenga unos políticos dignos y con categoría, que no se
preocupen del pueblo únicamente en los tiempos de elecciones. Que
definitivamente se vuelva a abrir la entrañable línea férrea del Duero después
de tantas y tantas promesas.”
El 11
de mayo de 2013 tuvo lugar en la capital del Tormes la primera manifestación
multitudinaria por la Región leonesa, que tuvo cierta repercusión en la prensa
local y que fue organizada por los miembros del Colectivo Ciudadanos Reino de
León.
Conclusión
En la
actualidad el desconcierto respecto a la idea de Castilla sigue vigente debido
en gran medida a la contribución de la generación del 98. Sus miembros, no
obstante, eran conscientes de las diferencias que separaban a León y Castilla.
Azorín dejó escrita en 1917 una de sus citas más utilizadas respecto a este tema:
“A Castilla, nuestra
Castilla, la ha hecho la literatura. La Castilla literaria es distinta, acaso
mucho más lata, de la expresión geográfica de Castilla.”
La lectura
de este recorrido nos permite apreciar la recurrencia del análisis territorial
y la persistencia en atajar el problema de la corrupción en momentos de crisis
económica y moral. Si bien la existencia de un glotónimo literario como es
Castilla ha derivado en su uso por parte de no-castellanos, es también el
anticatalanismo el que ha servido de nexo entre las corrientes regionalistas. La
vuelta del debate territorial y la búsqueda de la identidad leonesa no es una
novedad en la historia, se trata de un debate que lleva encendido
intermitentemente desde principios del siglo XX al menos. El intento de
armonizar la dicotomía entre León y Castilla continúa presente en la España de
hoy.