martes, 21 de abril de 2020

Cien años de sumisión


“Mirad estas gentes leonesas, zamoranas, salmantinas. Esa unilateralidad, esa pobreza mentales del castellano, no reza con ellas. Tienen algo de la ondulación portuguesa y de la zorrería gallega –maragatos, sanabreses, charros–. Ni idealistas como los castellanos, ni prácticos como los catalanes. Las dos cosas, en dosis suaves, a la vez. Vivimos una democracia llana, democracia de concejo abierto, de concejo leonés.”

José Sánchez Rojas, Del espíritu leonés (6/8/1915)



A menudo se atribuye a Mark Twain la frase “La historia no se repite, pero sí rima”. A pesar de que no existe evidencia alguna de que el estadounidense fuera su autor, el aforismo expresa una realidad perceptible en la liquidez del mundo actual: nacionalismos, xenofobia, conflictos territoriales… También en relación con la cuestión leonesa. Buceando en la prensa de principios de siglo XX he tropezado con varios artículos firmados por el escritor José Sánchez Rojas, publicados en el periódico barcelonés La Publicidad entre diciembre de 1918 y enero de 1919, en los que explicita algunas de sus reservas hacia la creación de una autonomía castellana durante el debate autonómico producido al final del reinado de Alfonso XIII. Sus palabras dejan muy mal parado al actual establishment castellanoleonés.

Sánchez Rojas, nacido en Alba de Tormes en el seno de una familia de larga tradición liberal, alumno y amigo de Unamuno, luchó por la causa agraria recorriendo los pueblos de su provincia y se ganó la vida escribiendo columnas en periódicos de toda España. Durante su corta vida estuvo muy comprometido con su tierra y se involucró activamente en la política de los tiempos convulsos que le tocó vivir. Tanto es así que coincidió con Mussolini durante su época de estudiante en Bolonia y llegó a debatir sobre revolución con Lenin mientras ambos se alojaban en un hotel de Ginebra. Aunque no pueda decirse de él que fuera un leonesista propiamente dicho, ya que estaba hondamente influido por la Castilla del noventayochismo como tantos intelectuales de su generación, en lo cultural era perfectamente consciente del hecho diferencial leonés y en sus escritos muestra sensibilidad hacia la historia del país.

Autonomista convencido, de sus agudas apreciaciones sobre el incipiente proceso autonómico auspiciado por la Mancomunidad de Cataluña bien puede deducirse que se oponía radicalmente a la manera en que se estaba gestando la autonomía castellana. Una de las razones era la naturaleza caciquil de los próceres provinciales involucrados, en particular el político vallisoletano de la Restauración Santiago Alba, al que profesaba una enconada aversión. El debate propulsado por la campaña estatutaria catalana de 1918-1919 despertó sentimientos anticatalanistas, pero además obligó a muchos a tomar postura y consiguió que diferentes regiones hicieran lo propio, buscando la creación de entes autónomos que sirvieran de medio de autogestión para sus territorios.

Como en momentos históricos anteriores, el debate en la cuenca del Duero giraba en torno a la creación de una Castilla autónoma que rivalizara económica y culturalmente con Cataluña. Dentro de esa Castilla estaba tristemente proyectado que quedaran integradas las provincias leonesas. A pesar de la posición autonomista a priori favorable de Rojas, desde un primer momento es consciente de que “el [regionalismo] castellano anti-catalán de Valladolid es un movimiento artificioso que se va ahogando por el regionalismo municipal y anticaciquista de Salamanca, de León, de Zamora y de otras poblaciones.” Así lo dejó escrito en un artículo publicado el 14 de diciembre de 1918 (recién terminada la 1ª Guerra Mundial) con el título “Castellanismo y germanofilia”, en el que establece un vínculo claro entre los partidarios de la autonomía castellana y los germanófilos, aquellos que durante la Gran Guerra se habían posicionado a favor de los intereses de los Imperios alemán y austrohúngaro, y sobre quienes se desahoga diciendo que los “caballeros que dirigen esta asquerosa farsa castellanista son unos germanófilos vergonzantes”. No es difícil establecer un paralelismo actual con la polarización que existía en España durante la 1ª Guerra Mundial entre los germanófilos, con una visión de la política más autoritaria y antidemocrática, y los aliadófilos, de tendencia más liberal. La hostilidad que Rojas sentía por los germanófilos hacía que se refiriera a los políticos conservadores que medraban en las redes caciquiles de las Diputaciones provinciales de la meseta como “nuestros caciques, que son la negación de nuestra tradición democrática, son tan completamente extraños a nuestro espíritu como un alemán.”

Rojas escribía con conocimiento de causa y experiencia sobre el terreno: durante esas semanas se encontraba inmerso por completo en la batalla electoral del distrito de Peñaranda de Bracamonte, donde arengaba a los braceros pidiéndoles el voto para luchar contra los latifundistas y el caciquismo agrario (representado por el marqués de Ivanrey) e impartía conferencias sobre el conflicto abierto en Cataluña –el mal llamado “problema catalán”– por su demanda de Estatuto. Nuestro olvidado articulista se había embarcado en la lucha agraria poco tiempo antes, casi por casualidad, tras un periodo de convalecencia, en un intento por empoderar a los agricultores mediante la creación de municipios autónomos en localidades en pugna con la Diputación por el control presupuestario. Ya había tanteado meses antes para que su pueblo natal de Alba de Tormes también se convirtiera en municipio. En “La liberación de la tierra”, artículo publicado el 19 de enero de 1919, se jacta de que varios pueblos de la comarca peñarandina “tendrán concejo abierto y en las decisiones municipales se oirá la voz de los viejos y de los patriarcas.” Por fin podrían emanciparse de la Diputación y gestionar su presupuesto sin la obstrucción de los caciques. Lo que Rojas buscaba con la creación de los municipios, según sus propias palabras, era la “democracia directa, referéndum, derecho de los vecinos todos a participar en los negocios comunales”, ya que, por culpa del sempiterno caciquismo, “en ciertas regiones de España, solamente los toros gozan de una cabal y completa autonomía.”

Cuando a finales de ese mes, los diputados provinciales de Castilla y de León se reunieron en Segovia siguiendo las directrices de Santiago Alba, en otra columna titulada “La autonomía de los caciques” (28/1/1919), Rojas denunciaba con su mordaz pluma que el presidente de la Diputación de Burgos y “otros respetables terratenientes de poco pelo, abogados de secano, administradorcillos y gentecilla iletrada e insolvente en la zona de la cultura (…) van a definir la actitud espiritual de la meseta y del llano frente a la del litoral.” Vemos aquí, expresada con términos más acordes a la época, además de una descripción punzante de la ralea política local, la contraposición centro-periferia que Martín Villa estableció para justificar sus “razones de Estado”, el contrapeso de la meseta frente a las ahora conocidas como nacionalidades históricas. Según Rojas, lo que estos caciques reaccionarios pretendían establecer era una “autonomía regional impuesta de arriba abajo, es decir, de Madrid a Valladolid, de Valladolid a las capitales de provincia y desde éstas, a las ciudades, villas y aldeas”. Prosigue con razones de peso para oponerse a la manera en que se quiere configurar, denunciando que sería a través de “una autonomía regional con Parlamento, con mucho Parlamento, funcionando en Valladolid por supuesto, y con un Tribunal Supremo también vallisoletano, con magistrados nombrados por Alba”. Y sirviéndose de un aparato mediático propio, con “El Norte de Castilla trocado en Gaceta regional”.

Es hiriente que unas palabras escritas hace un siglo nos resulten tan lamentablemente familiares. Como buen regeneracionista, el salmantino buscaba medidas políticas que sirvieran como medio de liberación para la ciudadanía de las zonas rurales más atrasadas: libertad de sufragio, desarrollo del municipalismo, supresión de las Diputaciones y creación de circunscripciones rurales. A fin de cuentas, medidas que aseguraran la mejora del funcionamiento democrático, sin las cuales “una autonomía regional de esta naturaleza será una batalla ganada en regla por los tentáculos, cada día más sutiles y extensos del caciquismo”. Los miedos de Rojas eran fundados. Tras casi cuarenta años de autonomía, cristalizada en 1983 con la creación definitiva de la Junta, sabemos con certeza que muchas de las denuncias que formulaba con su elegante retórica se han consumado. Somos conscientes de los tentáculos del caciquismo, del abandono del medio rural, de la inutilidad de las “razones de Estado”, del déficit democrático de nuestro régimen autonómico. ¿Ha alcanzado la sociedad leonesa (y la española) el grado de madurez democrática para enfrentarse a esta realidad? Se cierne sobre nosotros una disyuntiva como ya hizo en otros momentos donde se abría la ventana de oportunidad autonómica: León puede acceder al autogobierno, ejerciendo la democracia de abajo arriba a través de los concejos y municipios, o padecer, tal vez sin posibilidad de retorno, otros cien años de sumisión a los caciques.

Nota del autor: este artículo se redactó antes de que el gobierno decretara el estado de alarma por la crisis de la COVID-19. Por si fueran pocos los paralelismos, fue en 1918 cuando se tuvo constancia por primera vez de la conocida popularmente como “gripe española”, considerada una de las pandemias más letales de la historia.

miércoles, 19 de agosto de 2015

PSOE, debate federal y la cuestión leonesa



Atrapado, como el resto de partidos estatales, entre el respeto a la voluntad mayoritaria de la sociedad leonesa y el frentismo hacia la bien apuntalada estructura autonómica de su propio partido, el PSOE leonés -entendido como entidad supraprovincial inexistente a día de hoy- ha mostrado en los 32 años de existencia de Castilla y León ciertos conatos de leonesismo, a menudo como cebo electoralista. Tratar de persuadir, a estas alturas de la encrucijada territorial, sobre los males de la Comunidad Autónoma que nos tocó padecer por razones de Estado no debería ser la tarea que nos ocupara. Los motivos sobran. Cualquiera puede bucear en la hemeroteca y valorar por sí mismo el sinfín de agravios. Únicamente los acontecidos en este último año bastarían para desencadenar disturbios en otras latitudes: la nefasta gestión de Antonio Silván como consejero de Fomento en la defensa de León como nodo logístico del Noroeste, la renovación del contrato con la empresa culpable de servir gusanos en los comedores escolares, la negativa de la Junta de Castilla y León a mantener una subvención simbólica a la Casa Regional de León en Madrid por negarse a modificar su nombre...

En realidad, la tarea requiere la búsqueda y el escarnio público del culpable último: existe una ideología pancastellana, que ha servido de base al nacionalismo español, detrás de la fagocitación identitaria y de la ausencia del autogobierno leonés dentro del Estado. Promovida históricamente por la oligarquía duerina, con unos intereses económicos evidentes, es capaz de cualquier insidia con tal de perpetuar el statu quo castellano-leonés. La principal fuerza política heredera de estas ideas y la que las ha puesto en práctica ha sido el Partido Popular. Tras la consolidación de Castilla y León, la Junta desplegó un aparato propagandístico monstruoso con el fin de tergiversar la historia en beneficio propio. Fue Martín Villa quien sirvió de títere de esos intereses durante la Transición, ya presentes durante gran parte del siglo XIX. Desafíar la hegemonía de esta ideología en la cuenca del Duero exige dar pasos valientes por aquellos interesados en romper con las cadenas que subyugan al pueblo leonés y de la que derivan en gran medida las tensiones con otros territorios periféricos (no al revés). Distintas personalidades dentro del PSOE han mostrado su disconformidad con las políticas negacionistas y uniformizadoras de la Junta, así como con el mapa autonómico actual. Un recorrido por el último lustro ampliará nuestra perspectiva.
 
En 2009, a petición de la UPL en el ayuntamiento de León, el entonces alcalde Francisco Fernández mostró su deseo de avanzar hacia la celebración de un plebiscito en el que las provincias leonesas pudieran disgregarse de la Comunidad Autónoma para formar una nueva estructura triprovincial. La propuesta cayó en saco roto, pero supuso un acicate en el aletargado panorama político local. Asimismo, Francisco Fernández acudió a título personal a la manifestación celebrada en Salamanca en 2013, cuyo lema era Por el futuro de la Región Leonesa.


Francisco Fernández, segundo por la izquierda, acompañado de militantes del PREPAL en la manifestación leonesista de Salamanca

 
En 2010, la Juventudes Socialistas de Castilla y León celebraron en la ciudad de León una conferencia sobre la Región Leonesa en la que se abordaron las consecuencias económicas, demográficas y sociales del olvido institucional, así como la descentralización de la Comunidad Autónoma. En ella estuvieron presente tanto relevantes figuras de la sociedad leonesa como algunos miembros del Partido Socialista portugués.

                                Conferencia sobre la Región Leonesa, 28 de marzo de 2010

El portavoz socialista de Cultura en las Cortes, José Ignacio Martín Benito, salmantino afincado en Benavente y catedrático de Historia de la Universidad de Salamanca, ha manifestado en repetidas ocasiones su defensa de la identidad leonesa. Gran conocedor de la historia del Reino de León, en 2010 presentó una propuesta para defender los dialectos del leonés en las comarcas donde aún se conserva con cierta vitalidad: El Rebollar, Laciana y La Cabrera. Posicionamientos como el suyo han allanado el terreno para que la rotulación bilingüe en ayuntamientos como el de Robleda o el más reciente de Truchas sean una realidad.
 
La reciente publicación de las memorias del primer alcalde electo de Salamanca tras el franquismo, Jesús Málaga, quien gobernó durante tres legislaturas (de 1979 a 1983 y de nuevo de 1991 a 1995), ha sorprendido a muchos por su sinceridad respecto a la cuestión leonesa. Con el título "Desde el balcón de la Plaza Mayor: Memorias de un alcalde", al referirse al proceso autonómico, el Sr. Málaga realiza un recorrido histórico por la Transición y discute sobre la asamblea de parlamentarios de 1981, en la que se debatió el que se convertiría en el Estatuto de Autonomía de Castilla y León:

"Quedaron excluidas de ella La Rioja y Cantabria, que formaron sus respectivas autonomías, y a punto estuvo Segovia de descolgarse también. Un popurrí de provincias de los antiguos reinos de Castilla y de León conformó, para bien de Valladolid, una Comunidad extensa, despoblada y desvertebrada. Defendí entonces la Comunidad de León con Zamora y Salamanca. Otro gallo nos habría cantado, pero los intereses vallisoletanos pudieron sobre los demás."

                 Jesús Málaga, en la presentación de su libro, saludando al bejarano Jesús Caldera


Avanza en su disertación sobre el perjuicio que supone esta autonomía refiriéndose al desarrollo político de la comunidad autónoma, apuntando a los problemas más acuciantes que afectan a la submeseta norte:
"Desde entonces, ya con gobiernos conservadores, todas las instituciones se instalaron en Valladolid, que funcionó a todos los efectos como capital de facto. La política llevada a cabo por la derecha en Castilla y León ha sido la de reproducir y convertir el centralismo franquista de Madrid en el centralismo democrático de Valladolid. Esta política ha logrado que la Comunidad más extensa de Europa esté formada por una gran capital, Valladolid; tres pequeñas ciudades, Burgos, León y Salamanca; y un gran desierto alrededor. De las nueve provincias, Soria, Ávila, Segovia y Zamora han desaparecido, y están a punto de hacerlo Burgos, Salamanca, Palencia y León. La misma provincia de Valladolid, si excluimos a la capital, también se está desertizando.
En vez de construir la Comunidad en mancha de aceite, se ha vertebrado a través de una gran ciudad depredadora que vive de desertizar a las demás. Las decisiones cotidianas se tomaban hasta entonces en las capitales de provincia; ahora, para mover cualquier papel, hay que consultar con Valladolid. Creo que está política suicida está llevando a una situación irreversible."

Es el análisis más honesto -y certero a la vez- que haya leído u oído en palabras de un militante socialista. Tal vez con mayor mérito por ser salmantino. Qué fue lo que hizo para defender la autonomía leonesa en su momento en secundario actualmente, pero es loable también su posicionamiento diáfano en un momento trascendental para el modelo de Estado.


El partido de la rosa ha cometido multitud de errores respecto a la cuestión leonesa, errores que su némesis -Podemos- parece decidido a repetir. La madurez política del PSOE leonés debería estimular un replanteamiento en cuanto al modelo territorial, romper abiertamente con Castilla y León y permitir que los ciudadanos que componen esta Comunidad Autónoma decidan sobre su futuro en libertad. Tienen en gran medida la llave para que la reforma constitucional planteada por su partido sea beneficiosa para sus conciudadanos.

Militantes socialistas, pronunciaos públicamente a favor del Estado leonés. Presionad a vuestros  dirigentes. Atacad a vuestros adversarios políticos por no predicar con el ejemplo, por perpetuar un modelo territorial anacrónico. De no hacerlo, el PSOE leonés parecerá lo que realmente es: una red clientelar partitocrática sumisa a los dictados provenientes de su sucursal vallisoletana.

domingo, 12 de abril de 2015

Proyectos monumentales para la Plaza Mayor de Salamanca



Con motivo de la petición de sustituir el medallón de Francisco Franco por uno del rey Alfonso IX de León en la Plaza Mayor de Salamanca, comparto este apartado de una tesis doctoral titulada Urbanismo de Salamanca en el siglo XIX, cuyo autor es el profesor de la USAL Enrique García Catalán y fue publicada por Ediciones Universidad Salamanca en enero de 2015.

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La Plaza Mayor de Salamanca, como centro neurálgico de la ciudad, también fue propuesta para colocar un monumento público en 1890. Ya desde sus orígenes en el siglo XVIII albergaba bustos en relieve de reyes y conquistadores en los medallones de las enjutas de los arcos, por lo que el proyecto parecía encajar a la perfección en este espacio.  Sería digno complemento a su ornamentación, adaptado a la proporciones de su recinto como una continuación de la belleza artística... y remate y complemento de su sin rival magnificencia. Tampoco era una novedad, pues en otras ciudades se habían colocado esculturas monumentales en el centro de sus plazas, como en Madrid la estatua ecuestre de Felipe IV, situada en la plaza de Oriente en 1843 o la de Felipe III, trasladada a la Plaza Mayor en 1848 a propuesta del concejal Mesonero Romanos.

El Ayuntamiento no dudó en señalar como lugar idóneo y de mejor vista para situarlo el espacio que ocupaba la fuente de los jardines, justo en el centro del recinto, e incluso podría extenderse hasta los bancos que formaban una rotonda alrededor. Para decidir el tipo de monumento y a quién estaría dedicado se formó una comisión, presidida por el alcalde Florencio Pollo Martín con una selecta nómina de vocales, entre los que figuraban el arquitecto municipal, José Gallego Díaz, el de la provincia, Joaquín de Vargas, el historiador de la ciudad Manuel Villar y Macías, y otros conocidos por su afición a la historia y las artes.

El 9 de julio de 1890 dieron a conocer dos propuestas de monumento con pautas generales sobre la morfología e información más detallada en cuanto a la iconografía. La corporación municipal elegiría según los recursos económicos, mientras que la forma y dimensiones finales correrían a cargo del artista elegido. Se fijó como estándar de calidad la elegante estatua de fray Luis de León del malogrado Nicasio Sevilla.

Uno de los monumentos llevaba por título Salamanca a sus preclaros hijos, con las figuras de seis u ocho personajes que se deberían elegir entre una lista de doce. Hacía tan solo seis años que Manuel Villar y Macías había esbozado sus biografías en los capítulos de Historia de Salamanca, lo que parece dejar claro su protagonismo a la hora de hacer la selección.

Sería una fuente coronada por una alegoría de la ciudad en forma de bella matrona, que bella debe ser para representar a Salamanca, decía la Comisión. Las imágenes de los personajes elegidos se podrían instalar en el pedestal o sobre una gradería en la parte baja, hacia los que la matrona extendería su mano para indicarles el camino de la eternidad y la gloria. Según la ubicación que se les diera, se podrían elegir distintos formatos,  desde esculturas sobre pedestales hasta bustos dentro de hornacinas, medallones o frontones partidos. Todo estaría animado con juegos de agua más vistosos que los mezquinos surtidores existentes, candelabros de luz eléctrica y artísticos jarrones. En cuanto a los materiales, se recomendó el uso de granito o piedra franca en el pedestal y bronce en las figuras, descartando el mármol para evitar las manchas de humedad.

El otro monumento propuesto estaba dedicado al rey Alfonso IX y la fundación de la Universidad. Los miembros de la comisión no tenían duda de que a este hecho debía Salamanca su vida toda, su alta fama en el mundo de las letras no menos que en el mundo de las artes, pues dio ocasión para alzar en su recinto los maravillosos edificios que aun hoy son preclaro ornamento. Reconocían también que sin la fundación de esta Escuela, Salamanca hubiera alcanzado solo la oscura vida de otras modestas ciudades del reino castellano, pero no ser el astro más luminoso de la cultura española. Como modelo para el monumento tomaron el del Príncipe Alberto de Inglaterra, con la imagen del monarca fundador en lo alto y un buen número de personajes ligados al Estudio, distribuidos en cuatro grupos junto al pedestal. En este caso aumentó la nómina de seleccionados, repitiendo los del monumento anterior y sumando a la lista otros diferentes. El conjunto se completaría con unas cariátides, u otro tipo de figuras, a modo de surtidor.

Llegó a existir un plano de un proyecto con una idea final, que fue aprobada en el Consistorio. Aunque no conocemos la opción elegida, posiblemente estos dibujos aparezcan algún día en el Archivo Municipal de Salamanca. En cualquier caso el monumento no llegó a realizarse después y todo parece indicar que fue por falta de financiación, aunque también pudo influir el enrarecido ambiente creado tras la aparición del cuerpo sin vida de Villar y Marcías en las aguas del Tormes el día 26 de junio de 1891.

Todavía en abril de 1892 la empresa de Moneo propuso un modelo de monumento más económico, que no pasaba de 42.000 pesetas y tenía como característica principal unas figuras mitológicas. Sin embargo, fue desestimado por las autoridades por no ser meritorio para la Plaza Mayor.
La celebración del cuarto centenario del descubrimiento de América y el protagonismo que empezó a ganar la opción de levantar un monumento a Cristóbal Colón en otra plaza salmantina, hizo que estos proyectos fueran olvidados definitivamente.

jueves, 24 de abril de 2014

El pueblo que se olvidó de sí mismo



 “El primer paso para aniquilar un pueblo es borrar su memoria. Destruir sus libros, su cultura, su historia. Y después pones a alguien para que escriba nuevos libros, para que elabore una nueva cultura, para que invente una nueva historia. En poco tiempo la nación empezará a olvidar lo que es y lo que fue”.
           Milan Kundera, El libro de la risa y el olvido (1979)

No es casualidad que empiece este alegato citando a un escritor nacido en un Estado formado por dos países y que se disolvió de mutuo acuerdo: Checoslovaquia. Después de escribir el libro, Milan Kundera se vio forzado a exiliarse de su país natal y establecerse en Francia, donde publicaría este trabajo. En él hace una crítica sutilmente feroz del régimen comunista a través de una camarera que vive en Praga y lucha por mantener el recuerdo de su marido fallecido, haciendo referencia a la naturaleza del olvido en la historia, la política y la vida.

Para encontrar el paralelismo de la cita en el olvido de León hay que remontarse mucho tiempo atrás. La frustración casi innata en la que está sumido el pueblo leonés tiene su origen en la Edad Media: cuando una persona oriunda de esta región se ve obligada a especificar su condición ante la presencia de foráneos, se debe al proceso de manipulación que tuvo lugar durante las guerras entre los reinos peninsulares y sobre todo a la ocultación tras la unión de las coronas de León y Castilla en 1230. Si bien se considera que la unión significó la desaparición de León como entidad diferenciada (nada más lejos de la realidad puesto que conservó instituciones como el Adelantado Mayor del Reino dentro de la corona de Castilla), lo que realmente propició fue el inicio de un proceso etnocida secular.

¿Es posible un etnocidio sin sangre?

Según la definición que estableció la UNESCO en un seminario internacional en 1981, un etnocidio consiste en “las condiciones en que se deniega a un grupo étnico el derecho a disfrutar, desarrollar y transmitir su propia cultura y su propio idioma”. Por tanto, un etnocidio es un proceso de aculturación impuesto a un pueblo por parte de otro más poderoso, que desemboca en última instancia en la desaparición del más débil.
Veamos unos ejemplos que ponen de manifiesto que hablar de etnocidio al referirse a los leoneses no es desproporcionado:

Grabado de Vellido Dolfos a su paso por el Portillo de la Lealtad
  • La hazaña del noble leonés Vellido Dolfos en 1072 es un ejemplo arquetípico de manipulación histórica medieval. Tras la muerte de Fernando I, su hijo Sancho II dejó patente su disconformidad con el reparto testamentario que había realizado su progenitor puesto que Zamora quedaba, según la voluntad de Don Fernando, en manos de su hija Urraca. Al mostrar su rechazo hacia el reparto establecido, Sancho II sitió la ciudad del Duero con el fin de acabar con la resistencia leonesa. Estrechado el cerco, Vellido Dolfos salió en dirección al campamento militar castellano y concretó una entrevista con Sancho II informándole de su deserción del bando de doña Urraca. Una vez allí, el audaz caballero atravesó la espalda del rey con una lanza y volvió galopando a Zamora, acontecimiento que marcaría el rumbo de España para siempre. Menéndez Pidal, en un intento por recuperar y lavar la imagen del caballero leonés, escribió sobre este suceso: “Si el heroísmo de Mucio Scevola, en lugar de haber pasado a la historia contado por los historiadores republicanos de Roma, se hubiera transmitido según el relato del campo etrusco, el nombre de Scevola sería odioso en la historia de Italia como el de Vellido en la de España.” En los cantares de gesta, la figura de Vellido Dolfos siempre es mencionada haciendo referencia a su “traición”. En su huida y persecución (liderada por El Cid), Vellido Dolfos atravesó un portillo de la muralla que había sido conocido como “de la Traición”. En 2009, debido en gran medida a la presión ciudadana, surgió una iniciativa política para reparar este error histórico y pasó a denominarse oficialmente “Portillo de la Lealtad”.
  • Damnatio memoriae es una locución latina que significa “condena de la memoria”. Fue una práctica habitual en la antigua Roma que consistía en condenar la memoria de un enemigo de Estado tras su muerte. Para ello se borraba cualquier prueba de su existencia (imágenes, monumentos o inscripciones), llegando en ocasiones a prohibir el uso de su nombre. Esta práctica se llevó a cabo desde el antiguo Egipto hasta la extinta Unión Soviética, cuando Stalin eliminó de los registros a todos sus adversarios políticos e incluso la censura del régimen modificó fotos en las que aparecía con los condenados a muerte, como Trotski. En el caso que nos concierne, esta práctica fue llevaba hasta el extremo de querer borrar todo trazo de lo leonés debido a la enemistad entre los reinos de León y Castilla durante el Medievo. En los territorios que pasaron a manos castellanas (ya fuera por tratados o por la fuerza) se intentó eliminar cualquier rastro de su anterior pertenencia con el fin de hacer olvidar a sus habitantes su condición original. Una prueba de ello está en el monasterio de Santa María de Valbuena, fundado en 1143, en el que recientemente ha aparecido un león rampante, emblema del Reino de León, tras levantar la cal que había sobre un escudo cuartelado. Es decir, se había intentado expresamente hacer olvidar la historia anterior a la dominación castellana.
                                               

Otras cuestiones no baladíes también han propiciado la confusión respecto a los límites de León:

  • Como ya hemos apuntado antes, es un error considerar que la unión de las coronas de León y Castilla supuso la desaparición del reino. No obstante, esto se debe en gran medida al desconcierto generado en torno a la diferencia entre corona y reino. Si León hubiese desaparecido tras la unión, fagocitado por la Corona castellana, esto significaría que todos los territorios que formaban parte de la Corona leonesa (Galicia, Asturias y la Extremadura leonesa) hubiesen corrido la misma suerte. Las características diferenciales del reino de León, su fundamentación ideológica de origen mozárabe y su condición de germén de España, hicieron que se eligiera el nombre de la ciudad para no caer en diferencias étnicas y pretendía abarcar el mayor territorio posible. De la misma manera que Roma utilizó el nombre de su ciudad capital, León siguió la misma estrategia, la cual contribuyó a desdibujar su verdaderos límites y generar la confusión actual entre ciudad/provincia/región.
  •  Por esta misma razón, el territorio que era ocupado en el ideario colectivo por Castilla, gracias a un glotónimo carente en parte de connotaciones étnicas gracias al mestizaje que tuvo lugar en toda la Península, era fácilmente arrebatado a León en el proceso de avance de la Reconquista. La historiografía castellanocéntrica, sobre todo a partir del siglo XIX pero no exclusivamente, fomentó la confusión con el propósito de afianzar la unidad nacional. Esto se hizo dando el papel protagonista a Castilla en el proceso de construcción de España e ignorando todo lo relacionado con la labor de León en este proceso. No olvidemos que Castilla nació originariamente como condado escindido de León. Esta tergiversación secular ha propiciado el desorden autonómico actual.
  •  El determinismo en boga durante la segunda mitad del siglo XIX tuvo una gran influencia en la España de la época. Esta corriente importada de Francia asociaba la meseta con Castilla y el paisaje mesetario con el carácter único de los españoles. Anteriormente, fueron los primeros viajeros románticos, sobre todo franceses, los que iniciaron esta asociación perniciosa, creando tópicos que perduran a día de hoy como la asociación de España, desde un punto de vista romántico, con imágenes costumbristas en las que suelen aparecer el flamenco y los toros. Todo ello grabó en los intelectuales españoles posteriores unas ideas que moldearían su pensamiento.
  •  La obra de la generación del 98 significó la consolidación en el ideario colectivo de una Castilla literaria de carácter abstracto. Los escritores e intelectuales noventayochistas contribuyeron al ocultamiento de León de forma constante y cayeron en contradicciones obvias al hacerlo. El pesimismo de la mayoría de sus representantes sirvió para generar más confusión mediante su leitmotiv, al asociar la meseta con Castilla e intentar entender España al hacerlo. El vitoriano Ramiro de Maeztu es un buen ejemplo:
“¿Y qué se encuentra en la inmensa meseta que se extiende desde Jaén hasta Vitoria, desde León hasta Albacete, desde Salamanca hasta Castellón, desde Badajoz hasta Teruel? (...) ¿Qué es hoy Castilla? Recórrase en cualquier dirección. ¿Qué es hoy Castilla? Un páramo horrible poblado por gentes cuya cualidad característica aparente es el odio al agua y al árbol; ¡las dos fuentes de futura riqueza!”
  • Una prueba más de que la Castilla del 98 no se corresponde en absoluto con la Castilla histórica y que sirvió para que provincias como Santander o Logroño, de carácter costero y montañoso, se escindieran de Castilla La Vieja durante la Transición por no identificarse con el paisaje inhóspito que describía. El castellanocentrismo y centralismo del filósofo Ortega y Gasset también se observa en una frase que aparece en su obra principal, La España invertebrada, en la que critica los nacionalismos periféricos como fuerzas centrífugas que actuaban por la coyuntura de decadencia: “…España es una cosa hecha por Castilla, y hay razones para ir sospechando que, en general, sólo cabezas castellanas tienen órganos adecuados para percibir el gran problema de la España integral.”
  • Azorín, aun consciente de las diferencias entre la Castilla real y la literaria, también se dejó llevar por el ambiente intelectual de la época y se aprecia en este capcioso verso: “León, la ciudad que ha sido la primera en la nacionalidad castellana.” Unamuno, también consciente de las diferencias entre León y Castilla, aunque fuera sólo por cuestiones lingüísticas, contribuyó al ocultamiento de León dentro de España con frases como "Es el León leonés león de Castilla" o cuando afirmaba: "La Castilla leonesa y asturiana, la de la Recon­quista, la de Pelayo...". Todas estas citas vienen a demostrar que el origen de la confusión se debe parcialmente a las obsesiones de estos literatos y a los enredos ideológicos de la generación del 98.
  •  El proceso de manipulación histórica se perpetuó durante el franquismo puesto que los historiadores y acólitos del régimen mantuvieron la visión castellanocéntrica iniciada en el siglo XIX y pretendieron ensalzar la figura carpetovetónica de los Reyes Católicos como valor de unión entre las diferentes regiones. Más adelante, durante el proceso autonómico que siguió a la muerte de Franco, Rodolfo Martín Villa (UCD) y Gregorio Peces Barba (PSOE) acordaron, sin referéndum y por “motivos de Estado”, crear una autonomía basada en el valle del Duero y sin ninguna fundamentación histórica, uniendo la Región Leonesa y parte de Castilla La Vieja.
  • Esta autonomía no refrendada ha servido para crear un ente financiado con dinero público llamado Fundación Villalar, cuyo objetivo es “acrecentar el sentimiento de pertenencia de los castellanos y leoneses a una Comunidad Autónoma con identidad propia” pero que ignora por completo el carácter “birregional” establecido en el Estatuto de Autonomía de Castilla y León. Esta fundación recibe anualmente cerca de un millón de euros que se invierten para manipular históricamente a los escolares e inculcarles ideas como que “Octavio Augusto vino a la península ibérica a someter a Castilla y León” (cuando en realidad Castilla y León se creó en 1983) o hablarles de “las cortes castellanoleonesas de 1188” (cuando las Cortes de 1188 fueron exclusivamente leonesas ya que en aquel entonces tenían diferentes reyes). Este despropósito continua con la marca de garantía del sector agroalimentario “Tierra de Sabor” que vende productos leoneses con la marca Castilla y sin hacer mención a su origen real. La última polémica surgida en la Región Leonesa por una de estas imprecisiones ofensivas ha sido a raíz de un texto que aparece en el apartado de historia de la página web del Consejo de Estado y que, deliberadamente y por motivos desconocidos, ha ocultado y manipulado el carácter leonés de las Cortes de 1188, recientemente declaradas como las primeras de Europa por la UNESCO.

El proceso de manipulación secular persiste actualmente a pesar de las continuas denuncias que realizan los leoneses de las tres provincias y que son la razón principal de que haya un movimiento que exige la disolución de la autonomía de Castilla y León. El haber sido germen de España no debería significar semejante condena al ostracismo y que la identidad leonesa se diluya en pro del porvenir del Estado. Todas estas razones dan qué pensar: ¿por qué es León la única región que carece de reconocimiento a pesar de tener su propio cuartel en el escudo de España?


martes, 24 de diciembre de 2013

Milenario del Reino de León (1908)

En esta entrada voy a transcribir un artículo que, por su antigüedad y por la efeméride que lo motivó, me ha resultado de gran interés. Fue publicado en El Salmantino por Fray Lego de Villalpando en 1908 con motivo del aniversario de la creación del Reino de León.

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Milenario del Reino de León

¡Leoneses!
Honrados habitantes y naturales
del antiguo y nobilísimo
reino de León:
Recordemos nuestra historia.

En 1910, hace mil años que tuvo origen nuestro reino.
Celebremos dignamente con fiestas, Exposiciones, concursos, certámenes y Congresos tan glorioso milenario.
Afirmemos en ocasión tan oportuna y favorable nuestra personalidad regional, distinta de la castellana, reclamando varonilmente, como que á ello tenemos perfectísimo derecho, la restauración del régimen autonómico, que será fin de muchos males y origen de grandes bienes para nuestra amada región.
¡Leoneses! A moverse y dar pruebas de vitalidad y patrotismo.

Aunque están de moda los centenarios, no faltará quien moteje de extraña y peregrina, si es que no de antipatriótica, la idea de celebrar en 1910 el milenario del reino de León, que á mí me parece tan natural, legítima, oportuna, conveniente y eficaz, para contribuir al resurgimiento de España, mediante la robusta organización de sus regiones. Por eso estoy encariñado con ella hace mucho tiempo y me atrevo á echarla á volar, seguro de que la acogerán con simpatía y entusiasmo todos los buenos leoneses y hallaré eco en voces autorizadas y elocuentes y en esa caja de resonancia llamaba Prensa periódica, de modo que la idea pase á ser proyecto y el proyecto se convierta en hermosa realidad.

La empresa se presenta, en verdad, dificultosa, siendo no pocos ni pequeños los obstáculos que habrá que remover; pues, por nuestra desventura, se trata de la región más olvidada de sí misma, más desconocedora de sus derechos é intereses, más indiferente y apática ante el movimiento actual de saludable reacción contra el tiránico y desprestigiado centralismo.

Tiene efectivamente, su historia el reino leonés tan gloriosa, cuando menos, como la de cualquier otra región de España; pero… ¡vergüenza causa decirlo!... los mismos leoneses vivimos ignorantes de ella ó la tenemos olvidada.

¿Cuántos saben que por espacio de trescientos años formamos reino independiente; que nuestros ilustres monarcas, los Ordoños, Ramiros, Bermudos, Fernandos y Alfonsos, dieron el principal empuje, el avance más decisivo de la reconquista del territorio nacional, y que nuestra región leonesa constituyó el centro, el corazón, el alma de la gran patria española, ejerciendo natural y acatada hegemonía sobre los demás reinos que la integran?

¿Cuántos saben que entre nosotros se conservan las gloriosas tradiciones visigóticas hasta ser vulgarmente conocido el incomparable Forum Judicum con el nombre de Fuero juzgo de León; que entre nosotros aparecieron perfectamente organizados los Municipios Medioevales (1020) y las primeras Cortes políticas (1188), en que tuvieran asiento, con el clero y la nobleza, los representantes ó procuradores de las ciudades y villas, el estado llano popular, antes que en ningún otro reino de la Península ni de Europa?

¿Cuántos saben que, aun después de unidos con Castilla (1230), seguimos disfrutando, como era justo, y debido, autonomía judicial, administrativa y en cierto modo política, respetada por las Cortes generales, donde se disponía que pecharan “los de León assi como es fuero de León (1258)”, que “ningún home que sea de otra tierra que non judgue ni tenga pleito que sea de León” y “que haya en la corte ocho alcaldes del reino de León (1274)”, los cuales “juzguen los pleitos y alzadas en la casa del rey por el Libro juzgo de León é non por otro ninguno, ni los juzgasen alcaldes de otros logares (1293)?”

¿Quién piensa en que los reyes venían á tener Cortes particulares para el reino leonés, ni en las famosas Hermandades, tan vigilantes y energéticas en defender los intereses de los pueblos contra el caciquismo de entonces, ni se acuerda siquiera del Juzgado ó Audiencia de León, del notario mayor y defensor del reino, con que hasta tiempos modernos conservábamos cierta sombra de personalidad histórica?

¿En qué nos parecemos á aquellos altivos leoneses, tan celosos de sus franquicias y derechos, que ante todo pedían en las Cortes reconocimiento, confirmación y respeto de sus fueros y privilegios, no consintiendo que sufriesen menoscabo las preeminencias y reputación del reino, aunque fuera preciso amenazar al poderoso y autoritario Alfonso XI, con tener por desaforadas y no cumplideras las cartas reales que trajeran el nombre de Toledo antepuesto al de León?

¡Cuánta fue su grandeza y es su estrago!

¡Ya ni nos queda autonomía, ni fueros, ni preeminencias, ni representación, ni nombre siquiera pues hasta el nombre hemos perdido o renunciado, dejándonos llamar y teniéndonos por castellanos! De modo que, no sólo Valladolid y Palencia, sino Toro y Zamora, Salamanca (la Atenas castellana!) y Ciudad-Rodrigo, Benavente y Astorga, están por lo visto en Castilla; y quizá los moradores de la metrópoli legionense se tengan también por paisanos del Cid, pues hasta en las extremas Portillas de Sanabria vemos un Castromil de Castilla; que tanto se ha dilatado la hija emancipada y tanto se ha contraído su generoso padre!

Reconozcámoslo, aunque nos duela; no hay región en España más decaída y anulada que la nuestra. Cierto que todas ellas perdieron sus fueros é instituciones peculiares, ora fascinadas por el canto traidor de la sirena igualitaria y centralista, ora vencidas por el vengativo absolutismo borbónico ó el uniformismo liberal, pero algo lograron conservar de su particular fisonomía, de sus veneradas tradiciones, de su idioma ó dialecto. Y ese algo, ese no extinguido fuego de patriotismo regional, sirve ahora de impulsor al saludable movimiento de protesta, que en casi todas se nota, contra los abusos y demasías intolerables de la política centralista, que nos oprime, arruina y envilece.

Ahí está Cataluña, reivindicando con energía y tesón el derecho á vivir y prosperar; ahí Valencia y Baleares, aprestándose también á la lucha; ahí Navarra y Vasconia, reclamando tenazmente la reintegración de sus fueros; ahí Aragón, Galicia y Asturias, dando muestras de vitalidad y pugnando por sacudir el yugo del caciquismo; ahí Extremadura, Andalucía y Canarias, queriendo tener vida propia; ahí, finalmente, la misma Castilla, vejada y oprimida como las demás, celebrando asambleas y certámenes en que se preconiza, como idea salvadora, la solidaridad castellana.

Sólo la región leonesa permanece inerte, resignada, envuelta en tinieblas de desconocimiento propio, maniatada con cadenas de incomprensible apatía.

¡Qué! ¿Se ha extinguido por completo aquel espíritu noble y levantado, tradicionalista, genuinamente leonés que caracterizó á nuestros mayores? ¿Hemos perdido la conciencia de lo que somos y representamos dentro de la gran familia española, y aun la noción de dignidad y honor, para que así no estemos aletargados ante el hermoso resurgir de las regiones, neutros en la contienda entablada, en la lucha trascendental y decisiva que se va generalizando entre los amantes de la España tradicional, legítima, católica, regionalista, y los insensatos partidarios y fautores de una España modernista, degenerada, heretical y vergonzante que nos brinda con la igualdad en la esclavitud y libertinaje de las pasiones desenfrenadas?

¿Seremos de los infinitos… necios, ignorantes ó engañados, que consideran el regionalismo como régimen exótico, siendo indígena de abolengo, como aspiración separatista y anacrónica, siendo realmente la única solución, el medio más adecuado y eficaz para reconstituir, no ya las patrias chicas, sino la patria grande, nuestra querida España, nunca más grande, una y gloriosa que cuando las regiones administraban sus respectivos intereses y se desenvolvían sin trabas las iniciativas particulares en todas las esferas de la humana actividad, limitándose el Estado á amparar y proteger todos los derechos, promulgando las leyes y nombrando los jueces que pedían los pueblos, y cobrando los tributos que los pueblos buenamente querían otorgar? Todo al revés de lo que pasa en estos infelices tiempos de libertad y democracia.
¿Con qué derecho nos hablan de unidad nacional esos políticos fracasados y periodistas sin conciencia, si ellos precisamente son los que han roto la unidad de creencias, sentimientos é ideales de la nación española; ellos, mentidos patriotas, muladíes renegados, los que han arruinado y deprimido nuestra patria; ellos los que prosiguen obcecadamente desquiciándola y disolviéndola con teorías anárquicas con leyes que solo favorecen á impíos y malhechores, con infames campañas, fomentadoras de vicios y de crímenes?

¡Ea, leoneses, á luchar resueltamente por Dios y por la patria!
¿No oís el clarín guerrero
que convoca á las regiones
contra el centralismo artero,
asesino verdadero
de España y sus tradiciones?
¡Despertad! No indiferentes
deben presenciar ni ociosos
esta lid, los descendientes
de tantos hombres valientes
de tantos nombres gloriosos.

La ocasión se nos brinda oportuna y favorable. Dentro de poco, el año de 1910, será el milésimo aniversario de la erección del reino legionense; y no seremos buenos patriotas, mereceremos que las demás regiones nos desprecien por adyectos y degenerados, si dejamos transcurrir dicha fecha sin recordar nuestro glorioso pasado, con fiestas que sirvan para conocernos y estimarnos, con actos que demuestren nuestra vitalidad y decisión para defender nuestros derechos, remediar nuestros males, fomentar nuestra riqueza é iniciar una era de prosperidad y ventura para nuestra amada región.

¡De cuantas cosas buenas puede ser ocasión el milenario!

Servirá, por de pronto, para conocer nuestra Historia, que solo se halla esbozada en la general de España y en las obras del meritísimo padre Risco, y necesita complementarse con los datos esparcidos en monografías particulares y con el tesoro inexplotado de los archivos catedrales, municipales y particulares.
Servirá también para esclarecer puntos de tanta importancia como el origen de la monarquía leonesa, envuelto en sombras de rebeliones y complacencias inexplicables; para vindicar á nuestros reyes de acusaciones gratuitas, que corren en letras de molde; para estudiar nuestra etnografía, menos confusa y heterogénea de lo que suele suponerse; para precisar el dialecto leonés y la parte que nos corresponde en la formación del que llaman idioma castellano; para honrar la memoria de los hombres ilustres que ha tenido siempre, como los que tiene ahora, la región leonesa para saber el estado de nuestra agricultura, ganadería é industria y tratar de mejorarlas; para proponer y llevar á efecto un plan de canales de riego y ferrocarriles secundarios, con capitales de la misma región; para explotar en igual forma la inmensa riqueza minera de nuestro suelo; para conocer el riquísimo tesoro artístico de nuestras iglesias, las instituciones literarias, sociales y políticas de nuestro reino, proponer los medios de mejorar la insostenible situación de colonos y jornaleros, y, por último, organizar un partido regionalista leonés, en que formen todos los antiliberales y desengañados, con el siguiente programa: protección, defensa y fomento de los intereses religiosos, morales y materiales de la región leonesa, y restauración del régimen autonómico en todos los ramos de la administración pública, que no son atributo esencial de la soberanía.

A los organizadores del milenario toca disponer los actos que hayan de celebrarse; pero me parece que no podrán faltar los siguientes:

Exposición histórica, donde puedan verse en realidad ó en imagen las preciosidades artísticas de nuestros templos, villas y ciudades, en monumentos arqueológicos de todas clases.

Certamen histórico, donde se premien las memorias y monografías que lo merezcan, entre las que habrán de figurar la Historia, Geografía y Diccionario geográfico-histórico del reino de León; etnografía de los leoneses, los reyes de León vindicados, Instituciones leonesas, Biografías de leoneses ilustres, etc., etc.

Exposición industrial de productos mineros, agrícolas y fabriles, exclusivamente regionales, con premios á los mejores expositores.

Concurso de ganados y Asamblea de ganaderos, para proponer los medios de conservar y mejorar las razas y los pastos.

Certamen científico-literario y Exposición bibliográfica de autores leoneses, actos que podrán celebrarse en Salamanca, en atención á su famosísima Universidad gloria del reino legionense y de toda España.

Asamblea de notables, en la que tomen parte, por invitación de la Junta organizadora, todos los leoneses ilustres por su dignidad, nobleza y talento (como son Cardenales, Obispos, magnates, magistrados, generales, escritores, artistas, sociólogos, etcétera,) para que espongan su autorizada opinión acerca de nuestros medios más adecuados y conducentes al engrandecimiento de nuestra región y de España.

¡Qué hermoso nos parece todo esto! Pero como suele decirse, ¿quién pone el cascabel al gato? ¿Quién se encarga de llevar á efecto tan halagüeño y utilísimo proyecto? ¿No es cierto que en toda derecho, razón y conveniencia debieran dirigirlo los ilustres Cabildos catedrales, con anuencia de las Diputaciones, Ayuntamientos y otras entidades ó personas de viso en la región?

Yo soñé que se reunía en León ó Benavente, como en otro tiempo las célebres Hermandades, una respetable asamblea de entusiastas leoneses, y que en ella se acordó, con tiempo, el nombramiento de una Junta organizadora del Milenario, encargada de realizar el proyecto, solicitar y recibir premios y donativos, publicar una Revista mensual, con la colaboración de distinguidos arqueólogos é historiógrafos, etc. y que el magnífico convento de San Marcos se había destinado á Museo y Archivo regional, y que á uno y otro lado de la estatua de Guzmán el Bueno se alzaban elegantes pabellones de una gran Exposición,  etc., etc., etc.

Terminaré recordando que los límites de la región leonesa, por la parte de Castilla, son los ríos Pisuerga y Adaja hasta las fuentes del Tormes.
Los señores antes aludidos tienen la palabra.


Fray Lego de Villalpando.

domingo, 8 de diciembre de 2013

La exaltación de lo leonés en el regionalismo salmantino del s.XX




Es una tarea harto compleja la de remontarse a un hito que pueda considerarse punto de partida del regionalismo leonés en Salamanca. En la década de los 70 del s.XIX aparecen las primeras muestras de defensa identitaria al calor de los movimientos que se producían en toda Europa y del debate federal promovido por la 1ª República. Ya en 1873, en una carta dirigida a las Cortes Constituyentes, el representante de la provincia de León dejaba claro sobre la región que:

"por su situación topográfica, por sus producciones, por sus costumbres, no pertenece ni debe considerarse una parte de Castilla la Vieja, y ya que cuenta con elementos más que suficientes para constituir por sí un Estado próspero, no debe ni puede ser absorbida por otro, sea cualquiera su nombre, y con el que no la unirá seguramente relaciones de ninguna especie.”

Esta misiva es una muestra de la conciencia regional que perduraba a pesar de los anhelos expansivos del Pacto Federal Castellano que fue firmado en 1869 y que nunca llegó a materializarse. Salamanca, que había enviado sus propios representantes para firmar el pacto, fue, de las provincias leonesas, la que mostró mayor simpatía a las pretensiones de los pactistas y prueba de ello es la aparición de diferentes diarios favorables como El Correo Castellano en 1884.

A pesar de algunos tímidos esfuerzos iniciales por la sanear la decadente escena cultural, no fue hasta la llegada de Miguel de Unamuno en 1890 cuando se dio un giro a la situación de hastío que vivía la ciudad del Tormes. El recién llegado catedrático de griego encuentra en la quietud de la ciudad el marco perfecto para desarrollar sus ideas que fluían en parte merced a la ruptura espiritual que supuso el cambio de Bilbao a Salamanca. Aquí ahondó en su concepto de España y poco después, en 1895, publica su primer libro, En torno al casticismo, en el que intenta definir lo eterno del carácter español. Para ello consideraba que indagar en lo más cotidiano de un pueblo era la forma de llegar a comprender su historia, y por ello viajó profusamente por toda la provincia recogiendo materiales sobre la lengua, el folklore y las costumbres locales. Así, en 1897 escribía a su discípulo Federico de Onís:

“Estoy metido de hoz y de coz y con gran empeño de la formación del vocabulario de la región salmantina. Tengo cerca de mil voces recogidas y cada día me envían nuevas los colaboradores que me he echado. Es una cosecha mucho más copiosa de lo que creía, sobre todo de la Sierra y del distrito de Ledesma (donde cae parte de Sayago). Hay cosas curiosísimas como donde pronuncian la Z y dicen dereda por cereza, hadé por hacer, etc. En voces la mies es enorme, y las hay interesantísimas.”

No es casualidad que fuera en esta época cuando acuñó el término intrahistoria para referirse a los acontecimientos latentes en la vida diaria, lo que ocurre más allá de los titulares de prensa. Al acometer la recopilación de datos antropológicos comenzaría una tarea en la que perseveró durante años y que sumaría un número importante de adeptos. Asimismo, serviría de base al regionalismo cultural y literario que se estaba gestando.

Los Juegos Florales

Cuando alboreaba el siglo XX se celebraron los primeros Juegos Florales de Salamanca. La intención era recuperar, mediante un evento floral, el amor por lo propio a través de la literatura en prosa y en verso, una tradición originariamente romana que fue recuperada por los trovadores provenzales en el siglo XIV. Este momento marca el fin de la estigmatización de lo regional del que sería artífice en gran medida el diligente profesor. La prensa de la ciudad comentaba el acontecimiento incesantemente, magnificado aún más al conocerse la presencia de Joaquín Costa en el acto por invitación de Unamuno. La semana anterior se publica el nombre del ganador y la prensa continúa desarrollando su actividad febril. El noticiero salmantino envía una carta a Costa elogiándole así:

“Allí también hay oligarquías y caciquismos de segundo o tercer grado... Los Juegos Florales son loables y solemnes certámenes donde se reflejan sanos y bellos ideales en pro de la regeneración social. (...) No ya Salamanca, toda España se halla pendiente de vuestra plática.”

Así, el 19 de septiembre de 1901, Costa es el encargado de abrir el evento con su célebre e innovador discurso “Crisis política en España” y el jurado, presidido por Unamuno, entrega la Flor Natural al ganador, Jose María Gabriel y Galán, por su poema en castellano “La ama”. Muchos años más tarde, otro ilustre salmantino, Iscar Peyra, escribiría sobre los Juegos:

"Fue aquel año, el Floreal por excelencia de nuestro calendario regenerador. Pasado el efecto de los descalabros coloniales, y mitigada la amargura del vencimiento con el pan de la conformidad española, que amengua con raciones de sol y con el rojo vino del jolgorio taurino y verbenero los duelos y aflicciones con que la historia nos trastorna y quebranta, la geografía peninsular se convirtió en el más ameno y frondoso vergel retórico. De Salamanca la sabia, de Zaragoza, la invicta y testaruda; de Valencia (...) se levantó el clamor municipal convocando a los poetas para que cubriesen con su florido manto las cicatrices de la patria resquebrajada y empobrecida."






 El regionalismo estético de los Juegos Florales pretendía ser un remedo frente a las emociones paroxísticas del nacionalismo catalán. Este nacionalismo literario, al que contribuyeron sobre todo Unamuno y Azorín, quería hacer de factor de cohesión y afianzar lo colectivo del espíritu nacional.
El otro acontecimiento que sirvió como propulsor de estar regeneración fue la encuesta etnográfica iniciada el mismo año por la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid. Sobre este estudio, Maldonado dejó escrito en 1925:


“Se enviaron a Madrid miles de papeletas curiosísimas, que revelaron el fondo original de la raza con todo su lastre consuetudinario; Fernández de Gata y Lamano comenzaron sus trabajos lingüísticos y, animados por el interés que despertaba la vida charruna, aparecieron los primeros esbozos de literatura regional.”

Epistolario entre Unamuno y Pidal






Poco antes de los primeros Juegos Florales, tuvo lugar en Madrid el primer encuentro entre Unamuno y Menéndez Pidal con motivo de la oposición a la cátedra de la Universidad de Madrid, a la cual renunció Unamuno. A partir de ese momento se forja una cordial relación entre dos miembros destacados de la generación del 98: un intelectual con afán divulgador y una eminencia de la filología. De esta amistad queda testimonio en la correspondencia que ambos mantuvieron durante años. A finales del año 1900, Pidal escribe una carta en la que cortésmente pide:

“Mi distinguido amigo y compañero: mucho dudé antes de molestarle con una petición, pero
no hallo a nadie mejor a quien hacérsela. No es por otro lado cosa muy pesada.
Se trata de que me envíe copia de 10 palabras del Fuero de Salamanca, según el códice del
siglo XIV que ahí existe.”

 Además de incluir la información que Pidal necesitaba recabar, el profesor noventayochista le ofrece todos los materiales que venía recogiendo prácticamente desde su llegada a la ciudad del Tormes. Pidal estaba inmerso en la preparación de un estudio sobre el leonés y, aunque en fase inicial, culminaría en una publicación de suma importancia. Más adelante, en 1903, con motivo de un escrito en el que Unamuno exhortaba a Pidal a involucrarse en el análisis del Fuero de Ledesma, éste respondía:

“Apunto el brezar y el dativo lle del Fuero de Ledesma. Muy interesante será la publicación de éste; hay pocos textos bien publicados del antiguo reino de León, y ese a lo que parece tiene los leonesismos muy acentuados.”


Periodo de actividad

El año 1903 también presenció la publicación de la obra principal de Luis Maldonado, figura esencial en la comprensión del regionalismo charro, Del campo y de la ciudad. Esa colección de cuentos estaba escrita en el habla local charra y fue precursora de otras. La actividad continúo durante toda la década. En 1906 vería la luz el trabajo en el que Menéndez Pidal llevaba trabajando varios años, El dialecto leonés, el primer tratado riguroso sobre el habla que abarca el dominio lingüístico desde Asturias hasta Extremadura. Durante este todo este tiempo continuó la correspondencia entre Federico de Onís, del que ya hemos hablado, y Miguel de Unamuno. Ambos estaban estrechamente ligados y no exclusivamente por lazos académicos, ya que Unamuno conocía al padre de su pupilo y le había visto medrar desde la infancia. Onís estaba inmerso en el estudio de los fueros leoneses y Unamuno le animaba a que encontrara similitudes entre las hablas salmantina y sayaguesa. En 1907, a raíz de una carta que hacía referencia a este hecho, Unamuno responde a Onís:

“aquí hay tres regiones, la de cerrar, la de candar y la de pechar. Mi idea es que Salamanca no es Castilla sino una transición de León a Extremadura con toques portugueses y algunos castellanos"

En la íntima cercanía que unía a ambos estudiosos, Unamuno se desprendía de la Castilla literaria a la que invocaba en sus versos. Cuanto más indaga en la idiosincrasia local, mayor es su encontronazo con la realidad salmantina mediante su estudio intrahistórico de la región, el cual le permite llegar a esta conclusión. La intrahistoria, uno de sus conceptos que mayor debate ha suscitado, consiste en llegar a lo esencial de un pueblo y es así como se encuentra de pleno con la singularidad leonesa en el seno de su “visión de Castilla”.

Dos años después de que le enviaran esta reveladora carta, Onís publicó su tesis doctoral, titulada Contribución al estudio del dialecto leonés. Examen filológico de algunos documentos de la Catedral de Salamanca. Su mentor intelectual se había encomendado a la tarea de guiarle durante todo el proceso. En esta época también se publica otra obra trascendental en el estudio del leonés de Salamanca, El dialecto vulgar salmantino de José Lamano y Beneite. Igualmente, Luis Maldonado continúa con su labor divulgadora al prologar, en 1915, la obra Charras de Saturnino Galache de la siguiente manera:

“La tierra charra en que vivimos… es algo substancialmente determinado, distinto, claro, manifiesto y diferente del resto de España, aunque unida a ella por indisolubles vínculos de nacimiento, y por eternos lazos de territorio y de historia.”

De la fecunda amistad entre Unamuno y Pidal surgió la idea de aunar esfuerzos para ampliar la obra. Ambos habían contribuido ampliamente a la formación de sendos alumnos, Federico de Onís y Américo Castro. Unamuno delegó en su amigo filólogo la tarea de culminar la formación de su alumno. De esta forma, Onís pasó a formar parte del equipo de Pidal para afianzar lo que le había enseñado. El otro estudiante de la universidad de Salamanca y discípulo de Pidal, Castro, que se encontraba estudiando los fueros de Alba de Tormes y Zamora, se mostró dispuesto a complementar su trabajo con el ya iniciado por Onís. En 1916 publicaron conjuntamente Fueros leoneses de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes, que siguen siendo la piedra angular para el entendimiento de las cartas fundacionales de estas ciudades.


       


El advenimiento de las aspiraciones políticas

Manuel García-Prieto, marqués de Alhucemas, fue un abogado astorgano de gran prestigio y hombre de Estado. Este diputado llegó a ocupar la Presidencia del Gobierno en varias ocasiones así como la presidencia del Senado. Durante el reinado de Alfonso XIII, se aprobó la Ley de Mancomunidades, que permitía a las provincias llegar a acuerdos para defender intereses comunes. Este periodo fue de gran inestabilidad en la política española y eran frecuentes los gobiernos de concentración en un Congreso de por sí muy atomizado. Así, en 1917, nació la mancomunidad de Cataluña con el apoyo de la Lliga Regionalista de Cambó y se generó un apasionado debate en toda España sobre cómo debían organizarse el resto de regiones. En mayo del año siguiente, García-Prieto, volvió a ocupar la Presidencia del Gobierno durante un mes como militante en la escisión del partido que lideraba, el Partido Liberal Democrático. Así se refería El porvenir de Béjar, el 11 de agosto de 1918, a las aptitudes de García-Prieto y a Salamanca:

“… las que se refieren a la historia, ha estado y está en intima y espiritual unión con la de León. Dentro de ésta dase Bando entre los hombres públicos hay uno en quien concurren un cúmulo tal de circunstancias, a las que se unen su significación, sus prestigios personales y su relieve, que por todo ello, es el indicado como único para ponerse al frente del movimiento regionalista leonés-salmantino.”

Aunque García-Prieto fue elegido, no pudo ocupar el acta de diputado, pero queda patente la voluntad del periódico de establecer una unión política entre las provincias leonesas que nunca sabremos en qué pudo haber terminado. El 9 de noviembre volvió a formar un gobierno de transición hasta diciembre, ya que el Proyecto de Mancomunidades hizo caer al gabinete y se descompuso.

Curiosamente, la joven promesa José Sánchez Rojas escribió, ese mismo año, una columna en la que hacía distinción entre regionalismo promovido desde las élites vallisoletanas y el regionalismo leonés. Dice así:

“… el castellano anti-catalán de Valladolid es un movimiento artificioso que se va ahogando por el regionalismo municipal y anticaciquista de Salamanca, de León, de Zamora y otras poblaciones.”

Se trata de uno de los primeros testimonios en los que se argumenta la disparidad entre dos tipos de regionalismos, el que se jaleaba por parte de la burguesía vallisoletana a través de El norte de Castilla en defensa de sus intereses cerealistas y el agrarismo que Sánchez Rojas defendía como sindicalista en la batalla electoral de Peñaranda de Bracamonte contra el caciquismo. No obstante, en otro artículo publicado en relación con la situación en Cataluña, Rojas sentencia:

Nuestro regionalismo no puede ser todavía político y ciudadano; tiene que ser, ante todo y sobre todo, agrario y campesino.”

José Sánchez Rojas

La figura de este hombre es esencial en la comprensión del maniqueísmo vinculado con el regionalismo leonés y castellano. José Sánchez Rojas fue un abogado y cronista de meritorias dotes literarias nacido en Alba de Tormes. Discípulo y amigo de Unamuno (hasta el punto de que este le apodó Rojitas) viajó por toda la geografía española escribiendo para diferentes publicaciones y, como ya mencionamos antes, se involucró activamente en la cuestión agraria, tema sobre el que nos legó abundantes textos. Fue considerado en palabras de la prensa contemporánea como “uno de los escritores más cultos y castizos, desde el más sensible, después de Azorín, a la vida y el paisaje de Castilla”. En una de sus obras “Paisajes y cosas de Castilla”, colección de artículos de prensa publicada en 1919, Rojas incluye un apartado titulado Paisajes leoneses: «Diferencias, más reales que aparentes, que separan los dos viejos reinos de León y Castilla» en el que se refiere a las ciudades leonesas. En uno de sus artículos, titulado El espíritu leonés y escrito durante una estancia en Zamora, Rojas dice así:

“Históricamente conocéis las andanzas de estos pueblos: Zamora, entraña de León, fue pisoteada por Castilla. Espiritualmente (tradición, carácter, paisaje y fisonomía de sus hijos, sabor actual y ecos de leyendas pretéritas) ni Zamora (Toro, Benavente) ni Salamanca (Ledesma, Ciudad Rodrigo, Alba de Tormes) ni León (Astorga, Sahagún) son pueblos castellanos. Así, León es una cosa distinta de Castilla.”

Ese mismo año, el ensayista segoviano especializado en historia Luis Carretero, envió una carta a Rojas reprochándole el galimatías que producía su uso de la palabra Castilla. En su respuesta, publicada en El Sol, el albense constata:

“(…)todos nosotros - Díaz Caneja, Pérez Solía, Senador, Gascón, etc. - partimos de una confusión lamentable, agrupando en una misma denominación geográfica, las tierras de Castilla y de León, sin darnos cata de un confusionismo peligroso, contribuimos, con el mejor de los propósitos, pero con la peor de las conductas, a la asfixia de otras tierras que, como Castilla La Vieja, ningún parentesco espiritual tienen con nuestras tierras leonesas. Castilla La Vieja es una cosa, y León otra muy distinta.”

En la misma réplica Rojas continúa su disertación justificando la utilización del término para referirse a ambas regiones:

“El Sr. Carretero me permitirá que no me entretenga ahora en demostrar hasta qué punto se han fundido y compenetrado las once provincias de los dos antiguos reinos de León y de Castilla La Vieja, y de qué modo tan eficaz se han influido unas a otras recíprocamente.”

La “lamentable confusión” a la que se refiere el experto en historia parece constatarse muchos años después con la continuación de la obra que realizó su hijo, Anselmo Carretero. En su obra El antiguo reino de León, reitera la condición leonesa de Salamanca y dice así sobre el estudio salmanticense:

“Por su cuna, por sus orígenes, por su creador y por los motivos que le impulsaron a fundarla, la Universidad de Salamanca es una obra total e inequívocamente leonesa. Ello no obstante, frases como “la universidad castellana de Salamanca”, “la gran creación universitaria de Castilla”, “la universidad salmanticense universitaria gloria del espíritu castellano” se multiplican ad infinitum en libros españoles y extranjeros. En éste, como en otros muchos casos, la pereza mental, la burocracia intelectual o la demagogia política dan al falso tópico patente de verdad indiscutible.”

La década de los 20 parece augurar el fin del miedo a mentar León por parte de muchos intelectuales de la escuela salmantina. En su célebre Andazas, crónica de viajes publicada en 1920, Unamuno se refiere así a su ciudad de adopción:

“Esta ciudad y región en que vivo, Salamanca, perteneció al reino de León, y leonesas son las particularidades de su habla popular, que del castellano literario se apartan algo. O más bien por esta provincia cruzaba la frontera entre ambos reinos, por poblados que aun hoy llevan el apelativo de la Frontera, como Zorita de la Frontera, por ejemplo.”

En 1924, mucho tiempo después de publicar Del campo y de la ciudad, Luis Maldonado se lamenta de la situación del habla local y la falta de sensibilidad por lo propio en su texto El dialecto charruno:

"La forma dialectal sucumbe bajo el rasero de una cultura general, creada en ínfimo nivel por la prensa periódica; el bello y castizo dialecto leonés, al menos lo que queda de él entre los charros de las Uces, Valsalabroso, Cabeza del Caballo, Cerezal de Peñahorcada, El Rebollar, Peñaparda y otros pocos pueblos más, no sirve ya de forma expresiva a la nueva literatura."

La rivalidad entre Rojas y Getino

Después del destierro de Sánchez Rojas en Huesca por la dictadura de Primo de Rivera, la Diputación provincial de Salamanca convoca un concurso de méritos para el puesto de cronista oficial. No tardan en surgir voces en la ciudad que ensalzan la capacidad de Rojas para la plaza debido a su conocimiento de la realidad salmantina. La primera sería la Federación obrera y poco después llegarían apoyos del rector Esperabé y otros catedráticos de la universidad. La prensa de nuevo se involucraba en el debate y el tema sería la comidilla de finales de 1924. Sin embargo, la Diputación, controlada por la conservadora Unión Popular, decidió a favor de Luis Alonso Getino, fraile dominico que había estudiado Historia y Teología en el Estudio General de San Esteban. La decisión sesgada encolerizó a muchos y se organizó un evento de apoyo a Rojas que contó con el apoyo de algunos políticos radicados en Madrid como Indalecio Prieto, César González Ruano o Julián Besteiro. A pesar los esfuerzos, fue finalmente el sacerdote, antítesis de lo que representaba Rojas, el encargado de relatar los acontecimientos de Salamanca durante los siguientes años.




La rivalidad parece continuar en forma de escritos, en las alabanzas que los dos escritores hacen a la región. En la obra editada por la Diputación, Anales salmantinos, publicada en 1927, el advenedizo Getino se refiere de la siguiente manera al “florón más preciado de la región leonesa y la capital intelectual de España”:

“En la redacción de los ANALES SALMANTINOS esta consideración será forzosamente una idea directriz; porque además de estar fundada en la más gloriosa realidad, no podemos olvidar nunca que el informe del ponente para otorgarnos la plaza de Cronista de Salamanca se apoyaba en nuestras obras sobre Fray Luis de León y sobre Fray Francisco de Vitoria, que no fueron naturales de Salamanca, ni siquiera de su Obispado, ni siquiera de la región leonesa (para quien esta Universidad se había primitivamente levantado); pero que eran glorias genuinamente salmantinas, por haber encontrado aquí el ambiente que necesitaban para brillar, la tierra donde esos gérmenes se desarrollaron, florecieron y fructificaron y el altavoz que les dió a conocer por todo el mundo.
Salamanca no es para nosotros tan sólo  la provincia de hoy con cien años de fecha, sino la capital espiritual de la región leonesa desde los tiempos de Alfonso IX, el centro de la cultura peninsular más importante en toda la edad media y uno de los cuatro Estudios General de la Cristiandad durante varios siglos.

José Sánchez Rojas, en un artículo titulado La casa salmantina publicado dos años después en el periódico La Nación, continúa deleitando a sus lectores con las loas que parecen competir en belleza con las de su antiguo rival:

"Salamanca no es Castilla: es León. Y León tiene la blandura de Galicia, la zorrería lusitana y la sequedad, ya un poco apagada, del suelo de Castilla. Y León en lo urbano produce al salmantino y en el campo al charro. Así, las piedras, que no son más que proyección del espíritu de la ciudad en la ciudad, despista á esos espíritus curiosos que, como mi amigo Pedro de Répide, han ido a Salamanca es busca de la austeridad, de la secura, de la llaneza castellanas. Y Salamanca no es eso. Salamanca es la floración, la eterna floración del espíritu, que no se concreta nunca porque si madurase se agostaría y es el anhelo de la posibilidad, frente a otras ciudades que son ya el fruto y la decadencia de una raza que vive de sus recuerdos.”

La llegada de la Segunda República

A pesar de no haber logrado establecer una organización entre las tres provincias debido a los incesantes vaivenes políticos, el Tribunal de Garantías Constituciones, precursor del moderno Tribunal Constitucional, establecía la existencia de 14 regiones, cada una de las cuales enviaría un representante a Madrid. La Ley orgánica del 14 de junio de 1933 establecía que León (Salamanca, Zamora y León) enviaría un vocal elegido por su asamblea legislativa.

En esta época, la publicación El Salmantino, en un artículo titulado Que nombren a Unamuno deja patente la existencia de una corriente por la autonomía leonesa en la provincia:

"...pero fácilmente pueden desaparecer ambos inconvenientes en estos tiempos de tendencias autonomistas porque no ha de olvidarse que Salamanca pertenece al reino de León y que con el mismo derecho que Cataluña, Vasconia, Galicia y otras regiones, podemos ordenar y arreglar nuestras casas suprimiendo los muebles que nos estorban y sustituyéndolos por otros de mayor utilidad.
Que el señor Unamuno sea nuestro alcalde y ya lo arreglaremos todo."

Unamuno fue elegido concejal por el alcalde franquista en 1936, aunque sólo estaría presente el día de presentación del acta ya que no volvería a aparecer por el consistorio y en octubre de ese año fue despojado de su acta, la cual no se le volvería restituir hasta 2011 por el alcalde Alfonso Fernández Mañueco.

Franquismo, Transición y actualidad

Durante el franquismo, aunque la región de León no tendría ninguna atribución de competencias, continuarían celebrándose eventos testimoniales como el certamen de Miss España en el que la región enviaría sus propias representantes. Además, la universidad continuaría con su labor científica con la publicación de los trabajos de Luis Cortés Vázquez (Cuentos populares de Salamanca, Leyendas, cuentos y romances de Sanabria y Alfarería popular del Reino de León) o la tesis doctoral Antonio Llorente Maldonado (Estudio sobre el habla de La Ribera).

La vuelta de la democracia hizo eclosionar las primeras agrupaciones políticas a favor de la autonomía de la Región leonesa. Apareció el GRES (Grupo Regionalista Salmantino), que pronto tornaría en la formación del PREPAL (Partido regionalista del País Leonés), particularmente activo en los años 80. En los 90 se continuó con la labor divulgativa por parte de grupos juveniles como la Mesa Divulgativa Leonesa. Con la llegada del nuevo siglo apareció en 2001 la UPS (Unión del pueblo salmantino), que seguidamente firmó acuerdos de colaboración con la UPL, así como el Colectivo Ciudadanos Reino de León o la asociación en defensa del leonés La Barda. Esta asociación colaboró con el doctor en filología de la Universidad de Salamanca y experto en lenguas minorizadas, Raúl Sánchez, para trabajar en la estandarización del leonés e impartir cursos en la ciudad. El sentimiento regional persiste si bien, por lo general, los resultados electorales de los partidos leonesistas son exiguos. A finales de 2011, el reputado periodista taurino Paco Cañamero escribió un artículo titulado Las ilusiones de 2012 en El Adelanto:

“Que la autonomía de Castilla y León se divida en dos y el viejo reino de León recupere su sello histórico. Pero sobre todo que Salamanca tenga unos políticos dignos y con categoría, que no se preocupen del pueblo únicamente en los tiempos de elecciones. Que definitivamente se vuelva a abrir la entrañable línea férrea del Duero después de tantas y tantas promesas.”

El 11 de mayo de 2013 tuvo lugar en la capital del Tormes la primera manifestación multitudinaria por la Región leonesa, que tuvo cierta repercusión en la prensa local y que fue organizada por los miembros del Colectivo Ciudadanos Reino de León.



Conclusión

En la actualidad el desconcierto respecto a la idea de Castilla sigue vigente debido en gran medida a la contribución de la generación del 98. Sus miembros, no obstante, eran conscientes de las diferencias que separaban a León y Castilla. Azorín dejó escrita en 1917 una de sus citas más utilizadas respecto a este tema:

“A Castilla, nuestra Castilla, la ha hecho la literatura. La Castilla literaria es distinta, acaso mucho más lata, de la expresión geográfica de Castilla.”

La lectura de este recorrido nos permite apreciar la recurrencia del análisis territorial y la persistencia en atajar el problema de la corrupción en momentos de crisis económica y moral. Si bien la existencia de un glotónimo literario como es Castilla ha derivado en su uso por parte de no-castellanos, es también el anticatalanismo el que ha servido de nexo entre las corrientes regionalistas. La vuelta del debate territorial y la búsqueda de la identidad leonesa no es una novedad en la historia, se trata de un debate que lleva encendido intermitentemente desde principios del siglo XX al menos. El intento de armonizar la dicotomía entre León y Castilla continúa presente en la España de hoy.