Es una tarea harto compleja la de remontarse a un hito que pueda considerarse punto de partida del regionalismo leonés en Salamanca. En la década de los 70 del s.XIX aparecen las primeras muestras de defensa identitaria al calor de los movimientos que se producían en toda Europa y del debate federal promovido por la 1ª República. Ya en 1873, en una carta dirigida a las Cortes Constituyentes, el representante de la provincia de León dejaba claro sobre la región que:
"por su situación topográfica, por sus producciones, por sus costumbres, no pertenece ni debe considerarse una parte de Castilla la Vieja, y ya que cuenta con elementos más que suficientes para constituir por sí un Estado próspero, no debe ni puede ser absorbida por otro, sea cualquiera su nombre, y con el que no la unirá seguramente relaciones de ninguna especie.”
Esta misiva es una muestra de la conciencia regional que
perduraba a pesar de los anhelos expansivos del Pacto Federal Castellano que
fue firmado en 1869 y que nunca llegó a materializarse. Salamanca, que había
enviado sus propios representantes para firmar el pacto, fue, de las provincias
leonesas, la que mostró mayor simpatía a las pretensiones de los pactistas y prueba
de ello es la aparición de diferentes diarios favorables como El Correo
Castellano en 1884.
A pesar de algunos tímidos esfuerzos iniciales por la sanear
la decadente escena cultural, no fue hasta la llegada de Miguel de Unamuno en
1890 cuando se dio un giro a la situación de hastío que vivía la ciudad del
Tormes. El recién llegado catedrático de griego encuentra en la quietud de la
ciudad el marco perfecto para desarrollar sus ideas que fluían en parte merced
a la ruptura espiritual que supuso el cambio de Bilbao a Salamanca. Aquí ahondó
en su concepto de España y poco después, en 1895, publica su primer libro, En torno al casticismo, en el que
intenta definir lo eterno del carácter español. Para ello consideraba que
indagar en lo más cotidiano de un pueblo era la forma de llegar a comprender su
historia, y por ello viajó profusamente por toda la provincia recogiendo
materiales sobre la lengua, el folklore y las costumbres locales. Así, en 1897
escribía a su discípulo Federico de Onís:
“Estoy metido de hoz y de coz y con gran empeño de la formación del vocabulario de la región salmantina. Tengo cerca de mil voces recogidas y cada día me envían nuevas los colaboradores que me he echado. Es una cosecha mucho más copiosa de lo que creía, sobre todo de la Sierra y del distrito de Ledesma (donde cae parte de Sayago). Hay cosas curiosísimas como donde pronuncian la Z y dicen dereda por cereza, hadé por hacer, etc. En voces la mies es enorme, y las hay interesantísimas.”
No es casualidad que fuera en esta época cuando acuñó el
término intrahistoria para referirse a los acontecimientos latentes en la vida
diaria, lo que ocurre más allá de los titulares de prensa. Al acometer la recopilación
de datos antropológicos comenzaría una tarea en la que perseveró durante años y
que sumaría un número importante de adeptos. Asimismo, serviría de base al
regionalismo cultural y literario que se estaba gestando.
Los Juegos Florales
Cuando alboreaba el siglo XX se celebraron los primeros
Juegos Florales de Salamanca. La intención era recuperar, mediante un evento
floral, el amor por lo propio a través de la literatura en prosa y en verso,
una tradición originariamente romana que fue recuperada por los trovadores
provenzales en el siglo XIV. Este momento marca el fin de la estigmatización de
lo regional del que sería artífice en gran medida el diligente profesor. La
prensa de la ciudad comentaba el acontecimiento incesantemente, magnificado aún
más al conocerse la presencia de Joaquín Costa en el acto por invitación de
Unamuno. La semana anterior se publica el nombre del ganador y la prensa continúa
desarrollando su actividad febril. El
noticiero salmantino envía una carta a Costa elogiándole así:
“Allí también hay oligarquías y caciquismos de segundo o tercer grado... Los Juegos Florales son loables y solemnes certámenes donde se reflejan sanos y bellos ideales en pro de la regeneración social. (...) No ya Salamanca, toda España se halla pendiente de vuestra plática.”
Así, el 19 de septiembre de 1901, Costa es el encargado de
abrir el evento con su célebre e innovador discurso “Crisis política en España”
y el jurado, presidido por Unamuno, entrega la Flor Natural al ganador, Jose
María Gabriel y Galán, por su poema en castellano “La ama”. Muchos años más
tarde, otro ilustre salmantino, Iscar Peyra, escribiría sobre los Juegos:
"Fue aquel año, el Floreal por
excelencia de nuestro calendario regenerador. Pasado el efecto de los
descalabros coloniales, y mitigada la amargura del vencimiento con el pan de la
conformidad española, que amengua con raciones de sol y con el rojo vino del
jolgorio taurino y verbenero los duelos y aflicciones con que la historia nos
trastorna y quebranta, la geografía peninsular se convirtió en el más ameno y
frondoso vergel retórico. De Salamanca la sabia, de Zaragoza, la invicta y
testaruda; de Valencia (...) se levantó el clamor municipal convocando a los
poetas para que cubriesen con su florido manto las cicatrices de la patria
resquebrajada y empobrecida."
El regionalismo estético de los Juegos Florales pretendía ser un remedo frente a las emociones paroxísticas del nacionalismo catalán. Este nacionalismo literario, al que contribuyeron sobre todo Unamuno y Azorín, quería hacer de factor de cohesión y afianzar lo colectivo del espíritu nacional.
El otro acontecimiento que sirvió como propulsor de estar regeneración fue la encuesta etnográfica iniciada el mismo año por la Sección de Ciencias Morales y Políticas del Ateneo de Madrid. Sobre este estudio, Maldonado dejó escrito en 1925:
“Se enviaron a Madrid miles de papeletas
curiosísimas, que revelaron el fondo original de la raza con todo su lastre
consuetudinario; Fernández de Gata y Lamano comenzaron sus trabajos
lingüísticos y, animados por el interés que despertaba la vida charruna,
aparecieron los primeros esbozos de literatura regional.”
Epistolario
entre Unamuno y Pidal
Poco antes de los primeros Juegos Florales, tuvo lugar en Madrid el primer encuentro entre Unamuno y Menéndez Pidal con motivo de la oposición a la cátedra de la Universidad de Madrid, a la cual renunció Unamuno. A partir de ese momento se forja una cordial relación entre dos miembros destacados de la generación del 98: un intelectual con afán divulgador y una eminencia de la filología. De esta amistad queda testimonio en la correspondencia que ambos mantuvieron durante años. A finales del año 1900, Pidal escribe una carta en la que cortésmente pide:
“Mi distinguido amigo y compañero: mucho dudé antes de molestarle con una petición, pero
no hallo a nadie mejor a quien hacérsela. No es por otro lado cosa muy pesada.
Se trata de que me envíe copia de 10 palabras del Fuero de Salamanca, según el códice del
siglo XIV que ahí existe.”
Además de incluir la información que Pidal necesitaba recabar, el profesor noventayochista le ofrece todos los materiales que venía recogiendo prácticamente desde su llegada a la ciudad del Tormes. Pidal estaba inmerso en la preparación de un estudio sobre el leonés y, aunque en fase inicial, culminaría en una publicación de suma importancia. Más adelante, en 1903, con motivo de un escrito en el que Unamuno exhortaba a Pidal a involucrarse en el análisis del Fuero de Ledesma, éste respondía:no hallo a nadie mejor a quien hacérsela. No es por otro lado cosa muy pesada.
Se trata de que me envíe copia de 10 palabras del Fuero de Salamanca, según el códice del
siglo XIV que ahí existe.”
“Apunto el brezar y el dativo lle del Fuero de Ledesma. Muy interesante será la publicación de éste; hay pocos textos bien publicados del antiguo reino de León, y ese a lo que parece tiene los leonesismos muy acentuados.”
Periodo de actividad
El año 1903 también presenció la publicación de la obra
principal de Luis Maldonado, figura esencial en la comprensión del regionalismo
charro, Del campo y de la ciudad. Esa
colección de cuentos estaba escrita en el habla local charra y fue precursora
de otras. La actividad continúo durante toda la década. En 1906 vería la luz el
trabajo en el que Menéndez Pidal llevaba trabajando varios años, El dialecto leonés, el primer tratado
riguroso sobre el habla que abarca el dominio lingüístico desde Asturias hasta
Extremadura. Durante este todo este tiempo continuó la correspondencia entre
Federico de Onís, del que ya hemos hablado, y Miguel de Unamuno. Ambos estaban
estrechamente ligados y no exclusivamente por lazos académicos, ya que Unamuno
conocía al padre de su pupilo y le había visto medrar desde la infancia. Onís
estaba inmerso en el estudio de los fueros leoneses y Unamuno le animaba a que
encontrara similitudes entre las hablas salmantina y sayaguesa. En 1907, a raíz
de una carta que hacía referencia a este hecho, Unamuno responde a Onís:
“aquí hay tres regiones, la de cerrar, la de
candar y la de pechar. Mi idea es que Salamanca no es Castilla sino una
transición de León a Extremadura con toques portugueses y algunos
castellanos"
En la
íntima cercanía que unía a ambos estudiosos, Unamuno se desprendía de la
Castilla literaria a la que invocaba en sus versos. Cuanto más indaga en la
idiosincrasia local, mayor es su encontronazo con la realidad salmantina
mediante su estudio intrahistórico de la región, el cual le permite llegar a
esta conclusión. La intrahistoria, uno de sus conceptos que mayor debate ha
suscitado, consiste en llegar a lo esencial de un pueblo y es así como se
encuentra de pleno con la singularidad leonesa en el seno de su “visión de
Castilla”.
Dos años después de que le enviaran esta reveladora carta, Onís publicó su tesis doctoral, titulada Contribución al estudio del dialecto leonés. Examen filológico de algunos documentos de la Catedral de Salamanca. Su mentor intelectual se había encomendado a la tarea de guiarle durante todo el proceso. En esta época también se publica otra obra trascendental en el estudio del leonés de Salamanca, El dialecto vulgar salmantino de José Lamano y Beneite. Igualmente, Luis Maldonado continúa con su labor divulgadora al prologar, en 1915, la obra Charras de Saturnino Galache de la siguiente manera:
“La tierra charra en
que vivimos… es algo substancialmente determinado, distinto, claro, manifiesto
y diferente del resto de España, aunque unida a ella por indisolubles vínculos
de nacimiento, y por eternos lazos de territorio y de historia.”
De la fecunda amistad entre Unamuno y Pidal surgió la idea
de aunar esfuerzos para ampliar la obra. Ambos habían contribuido ampliamente a
la formación de sendos alumnos, Federico de Onís y Américo Castro. Unamuno
delegó en su amigo filólogo la tarea de culminar la formación de su alumno. De esta
forma, Onís pasó a formar parte del equipo de Pidal para afianzar lo que le
había enseñado. El otro estudiante de la universidad de Salamanca y discípulo
de Pidal, Castro, que se encontraba estudiando los fueros de Alba de Tormes y
Zamora, se mostró dispuesto a complementar su trabajo con el ya iniciado por
Onís. En 1916 publicaron conjuntamente Fueros leoneses
de Zamora, Salamanca, Ledesma y Alba de Tormes,
que siguen siendo la piedra angular para el entendimiento de las cartas fundacionales
de estas ciudades.
El advenimiento de las aspiraciones políticas
Manuel García-Prieto, marqués de Alhucemas, fue un abogado
astorgano de gran prestigio y hombre de Estado. Este diputado llegó a ocupar la
Presidencia del Gobierno en varias ocasiones así como la presidencia del Senado.
Durante el reinado de Alfonso XIII, se aprobó la Ley de Mancomunidades, que
permitía a las provincias llegar a acuerdos para defender intereses comunes. Este
periodo fue de gran inestabilidad en la política española y eran frecuentes los
gobiernos de concentración en un Congreso de por sí muy atomizado. Así, en
1917, nació la mancomunidad de Cataluña con el apoyo de la Lliga Regionalista
de Cambó y se generó un apasionado debate en toda España sobre cómo debían
organizarse el resto de regiones. En mayo del año siguiente, García-Prieto,
volvió a ocupar la Presidencia del Gobierno durante un mes como militante en la
escisión del partido que lideraba, el Partido Liberal Democrático. Así se
refería El porvenir de Béjar, el 11 de agosto de 1918, a las aptitudes de
García-Prieto y a Salamanca:
“… las que se refieren a la historia, ha estado y está en intima y
espiritual unión con la de León. Dentro de ésta dase Bando entre los hombres
públicos hay uno en quien concurren un cúmulo tal de circunstancias, a las que
se unen su significación, sus prestigios personales y su relieve, que por todo
ello, es el indicado como único para ponerse al frente del movimiento
regionalista leonés-salmantino.”
Aunque
García-Prieto fue elegido, no pudo ocupar el acta de diputado, pero queda
patente la voluntad del periódico de establecer una unión política entre las
provincias leonesas que nunca sabremos en qué pudo haber terminado. El 9 de
noviembre volvió a formar un gobierno de transición hasta diciembre, ya que el
Proyecto de Mancomunidades hizo caer al gabinete y se descompuso.
Curiosamente,
la joven promesa José Sánchez Rojas escribió, ese mismo año, una columna en la
que hacía distinción entre regionalismo promovido desde las élites
vallisoletanas y el regionalismo leonés. Dice así:
“… el castellano anti-catalán de
Valladolid es un movimiento artificioso que se va ahogando por el regionalismo
municipal y anticaciquista de Salamanca, de León, de Zamora y otras
poblaciones.”
Se trata de uno de los primeros testimonios en los que se
argumenta la disparidad entre dos tipos de regionalismos, el que se jaleaba por
parte de la burguesía vallisoletana a través de El norte de Castilla en defensa de sus intereses cerealistas y el
agrarismo que Sánchez Rojas defendía como sindicalista en la batalla electoral
de Peñaranda de Bracamonte contra el caciquismo. No obstante, en otro artículo
publicado en relación con la situación en Cataluña, Rojas sentencia:
“Nuestro regionalismo no puede ser todavía político y ciudadano; tiene
que ser, ante todo y sobre todo, agrario y campesino.”
José Sánchez Rojas
La figura de este hombre es esencial en la comprensión del
maniqueísmo vinculado con el regionalismo leonés y castellano. José Sánchez
Rojas fue un abogado y cronista de meritorias dotes literarias nacido en Alba
de Tormes. Discípulo y amigo de Unamuno (hasta el punto de que este le apodó
Rojitas) viajó por toda la geografía española escribiendo para diferentes
publicaciones y, como ya mencionamos antes, se involucró activamente en la
cuestión agraria, tema sobre el que nos legó abundantes textos. Fue considerado
en palabras de la prensa contemporánea como “uno de los escritores más cultos y castizos,
desde el más sensible, después de Azorín, a la vida y el paisaje de Castilla”.
En una de sus obras “Paisajes y cosas de Castilla”, colección de artículos de
prensa publicada en 1919, Rojas incluye un apartado titulado Paisajes leoneses: «Diferencias, más reales
que aparentes, que separan los dos viejos reinos de León y Castilla» en el
que se refiere a las ciudades leonesas. En uno de sus artículos, titulado El
espíritu leonés y escrito durante una estancia en Zamora, Rojas dice así:
“Históricamente
conocéis las andanzas de estos pueblos: Zamora, entraña de León, fue pisoteada
por Castilla. Espiritualmente (tradición, carácter, paisaje y fisonomía de sus
hijos, sabor actual y ecos de leyendas pretéritas) ni Zamora (Toro, Benavente)
ni Salamanca (Ledesma, Ciudad Rodrigo, Alba de Tormes) ni León (Astorga,
Sahagún) son pueblos castellanos. Así, León es una cosa distinta de Castilla.”
Ese mismo año, el ensayista segoviano especializado en
historia Luis Carretero, envió una carta a Rojas reprochándole el galimatías
que producía su uso de la palabra Castilla. En su respuesta, publicada en El
Sol, el albense constata:
“(…)todos nosotros - Díaz Caneja, Pérez Solía,
Senador, Gascón, etc. - partimos de una confusión lamentable, agrupando en una
misma denominación geográfica, las tierras de Castilla y de León, sin darnos
cata de un confusionismo peligroso, contribuimos, con el mejor de los
propósitos, pero con la peor de las conductas, a la asfixia de otras tierras
que, como Castilla La Vieja, ningún parentesco espiritual tienen con nuestras
tierras leonesas. Castilla La Vieja es una cosa, y León otra muy distinta.”
En la
misma réplica Rojas continúa su disertación justificando la utilización del
término para referirse a ambas regiones:
“El Sr. Carretero me permitirá que no me
entretenga ahora en demostrar hasta qué punto se han fundido y compenetrado las
once provincias de los dos antiguos reinos de León y de Castilla La Vieja, y de
qué modo tan eficaz se han influido unas a otras recíprocamente.”
La
“lamentable confusión” a la que se refiere el experto en historia parece
constatarse muchos años después con la continuación de la obra que realizó su
hijo, Anselmo Carretero. En su obra El antiguo reino de León, reitera la
condición leonesa de Salamanca y dice así sobre el estudio salmanticense:
“Por su cuna, por sus
orígenes, por su creador y por los motivos que le impulsaron a fundarla, la
Universidad de Salamanca es una obra total e inequívocamente leonesa. Ello no
obstante, frases como “la universidad castellana de Salamanca”, “la gran
creación universitaria de Castilla”, “la universidad salmanticense
universitaria gloria del espíritu castellano” se multiplican ad infinitum en
libros españoles y extranjeros. En éste, como en otros muchos casos, la pereza
mental, la burocracia intelectual o la demagogia política dan al falso tópico
patente de verdad indiscutible.”
La década de los 20 parece augurar el fin del miedo a mentar León por parte de muchos intelectuales
de la escuela salmantina. En su célebre Andazas,
crónica de viajes publicada en 1920, Unamuno se refiere
así a su ciudad de adopción:
“Esta ciudad y región
en que vivo, Salamanca, perteneció al reino de León, y leonesas son las
particularidades de su habla popular, que del castellano literario se apartan
algo. O más bien por esta provincia cruzaba la frontera entre ambos reinos, por
poblados que aun hoy llevan el apelativo de la Frontera, como Zorita de la
Frontera, por ejemplo.”
En 1924, mucho tiempo después de publicar Del campo y de la
ciudad, Luis Maldonado se lamenta de la situación del habla local y la falta de
sensibilidad por lo propio en su texto El
dialecto charruno:
"La forma dialectal
sucumbe bajo el rasero de una cultura general, creada en ínfimo nivel por la
prensa periódica; el bello y castizo dialecto leonés, al menos lo que queda de
él entre los charros de las Uces, Valsalabroso, Cabeza del Caballo, Cerezal de
Peñahorcada, El Rebollar, Peñaparda y otros pocos pueblos más, no sirve ya de
forma expresiva a la nueva literatura."
La rivalidad entre Rojas y Getino
Después del destierro de Sánchez Rojas en Huesca por la dictadura de Primo
de Rivera, la Diputación provincial de Salamanca convoca un concurso de méritos
para el puesto de cronista oficial. No tardan en surgir voces en la ciudad que
ensalzan la capacidad de Rojas para la plaza debido a su conocimiento de la
realidad salmantina. La primera sería la Federación obrera y poco después
llegarían apoyos del rector Esperabé y otros catedráticos de la universidad. La
prensa de nuevo se involucraba en el debate y el tema sería la comidilla de
finales de 1924. Sin embargo, la Diputación, controlada por la conservadora
Unión Popular, decidió a favor de Luis Alonso Getino, fraile dominico que había
estudiado Historia y Teología en el Estudio General de San Esteban. La decisión
sesgada encolerizó a muchos y se organizó un evento de apoyo a Rojas que contó
con el apoyo de algunos políticos radicados en Madrid como Indalecio Prieto, César González Ruano o
Julián Besteiro. A pesar los esfuerzos, fue finalmente el sacerdote, antítesis
de lo que representaba Rojas, el encargado de relatar los acontecimientos de
Salamanca durante los siguientes años.
La
rivalidad parece continuar en forma de escritos, en las alabanzas que los dos
escritores hacen a la región. En la obra editada por la Diputación, Anales
salmantinos, publicada en 1927, el advenedizo Getino se refiere de la siguiente
manera al “florón más preciado de la región leonesa y la capital intelectual de
España”:
“En la redacción de los ANALES SALMANTINOS
esta consideración será forzosamente una idea directriz; porque además de estar
fundada en la más gloriosa realidad, no podemos olvidar nunca que el informe
del ponente para otorgarnos la plaza de Cronista de Salamanca se apoyaba en
nuestras obras sobre Fray Luis de León y sobre Fray Francisco de Vitoria, que
no fueron naturales de Salamanca, ni siquiera de su Obispado, ni siquiera de la
región leonesa (para quien esta Universidad se había primitivamente levantado);
pero que eran glorias genuinamente salmantinas, por haber encontrado aquí el
ambiente que necesitaban para brillar, la tierra donde esos gérmenes se
desarrollaron, florecieron y fructificaron y el altavoz que les dió a conocer
por todo el mundo.
Salamanca no es para nosotros tan sólo la provincia de hoy con cien años de fecha,
sino la capital espiritual de la región leonesa desde los tiempos de Alfonso
IX, el centro de la cultura peninsular más importante en toda la edad media y
uno de los cuatro Estudios General de la Cristiandad durante varios siglos.”
José Sánchez Rojas, en un artículo titulado La casa salmantina publicado dos años
después en el periódico La Nación, continúa deleitando a sus lectores con las
loas que parecen competir en belleza con las de su antiguo rival:
"Salamanca no es
Castilla: es León. Y León tiene la blandura de Galicia, la zorrería lusitana y
la sequedad, ya un poco apagada, del suelo de Castilla. Y León en lo urbano
produce al salmantino y en el campo al charro. Así, las piedras, que no son más
que proyección del espíritu de la ciudad en la ciudad, despista á esos
espíritus curiosos que, como mi amigo Pedro de Répide, han ido a Salamanca es
busca de la austeridad, de la secura, de la llaneza castellanas. Y Salamanca no
es eso. Salamanca es la floración, la eterna floración del espíritu, que no se
concreta nunca porque si madurase se agostaría y es el anhelo de la
posibilidad, frente a otras ciudades que son ya el fruto y la decadencia de una
raza que vive de sus recuerdos.”
La llegada de la Segunda República
A pesar de no haber logrado establecer una organización
entre las tres provincias debido a los incesantes vaivenes políticos, el
Tribunal de Garantías Constituciones, precursor del moderno Tribunal Constitucional,
establecía la existencia de 14 regiones, cada una de las cuales enviaría un
representante a Madrid. La Ley orgánica del 14 de junio de 1933 establecía que
León (Salamanca, Zamora y León) enviaría un vocal elegido por su asamblea
legislativa.
En esta época, la publicación El Salmantino, en un artículo
titulado Que nombren a Unamuno deja
patente la existencia de una corriente por la autonomía leonesa en la provincia:
"...pero fácilmente pueden desaparecer
ambos inconvenientes en estos tiempos de tendencias autonomistas porque no ha
de olvidarse que Salamanca pertenece al reino de León y que con el mismo
derecho que Cataluña, Vasconia, Galicia y otras regiones, podemos ordenar y
arreglar nuestras casas suprimiendo los muebles que nos estorban y sustituyéndolos
por otros de mayor utilidad.
Que el señor Unamuno sea nuestro alcalde y ya
lo arreglaremos todo."
Unamuno
fue elegido concejal por el alcalde franquista en 1936, aunque sólo estaría
presente el día de presentación del acta ya que no volvería a aparecer por el
consistorio y en octubre de ese año fue despojado de su acta, la cual no se le
volvería restituir hasta 2011 por el alcalde Alfonso Fernández Mañueco.
Franquismo,
Transición y actualidad
Durante
el franquismo, aunque la región de León no tendría ninguna atribución de
competencias, continuarían celebrándose eventos testimoniales como el certamen de
Miss España en el que la región enviaría sus propias representantes. Además, la
universidad continuaría con su labor científica con la publicación de los trabajos
de Luis Cortés Vázquez (Cuentos populares de Salamanca, Leyendas, cuentos y
romances de Sanabria y Alfarería popular del Reino de León) o la tesis doctoral
Antonio Llorente Maldonado (Estudio sobre el habla de La Ribera).
La
vuelta de la democracia hizo eclosionar las primeras agrupaciones políticas a
favor de la autonomía de la Región leonesa. Apareció el GRES (Grupo
Regionalista Salmantino), que pronto tornaría en la formación del PREPAL
(Partido regionalista del País Leonés), particularmente activo en los años 80. En
los 90 se continuó con la labor divulgativa por parte de grupos juveniles como
la Mesa Divulgativa Leonesa. Con la llegada del nuevo siglo apareció en 2001 la
UPS (Unión del pueblo salmantino), que seguidamente firmó acuerdos de colaboración
con la UPL, así como el Colectivo Ciudadanos Reino de León o la asociación en
defensa del leonés La Barda. Esta asociación colaboró con el doctor en
filología de la Universidad de Salamanca y experto en lenguas minorizadas, Raúl
Sánchez, para trabajar en la estandarización del leonés e impartir cursos en la
ciudad. El sentimiento regional persiste si bien, por lo general, los
resultados electorales de los partidos leonesistas son exiguos. A finales de 2011, el
reputado periodista taurino Paco Cañamero escribió un artículo titulado Las ilusiones
de 2012 en El Adelanto:
“Que la autonomía de Castilla y León se
divida en dos y el viejo reino de León recupere su sello histórico. Pero sobre
todo que Salamanca tenga unos políticos dignos y con categoría, que no se
preocupen del pueblo únicamente en los tiempos de elecciones. Que
definitivamente se vuelva a abrir la entrañable línea férrea del Duero después
de tantas y tantas promesas.”
El 11
de mayo de 2013 tuvo lugar en la capital del Tormes la primera manifestación
multitudinaria por la Región leonesa, que tuvo cierta repercusión en la prensa
local y que fue organizada por los miembros del Colectivo Ciudadanos Reino de
León.
Conclusión
En la
actualidad el desconcierto respecto a la idea de Castilla sigue vigente debido
en gran medida a la contribución de la generación del 98. Sus miembros, no
obstante, eran conscientes de las diferencias que separaban a León y Castilla.
Azorín dejó escrita en 1917 una de sus citas más utilizadas respecto a este tema:
“A Castilla, nuestra Castilla, la ha hecho la literatura. La Castilla literaria es distinta, acaso mucho más lata, de la expresión geográfica de Castilla.”
La lectura
de este recorrido nos permite apreciar la recurrencia del análisis territorial
y la persistencia en atajar el problema de la corrupción en momentos de crisis
económica y moral. Si bien la existencia de un glotónimo literario como es
Castilla ha derivado en su uso por parte de no-castellanos, es también el
anticatalanismo el que ha servido de nexo entre las corrientes regionalistas. La
vuelta del debate territorial y la búsqueda de la identidad leonesa no es una
novedad en la historia, se trata de un debate que lleva encendido
intermitentemente desde principios del siglo XX al menos. El intento de
armonizar la dicotomía entre León y Castilla continúa presente en la España de
hoy.
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