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Milenario del Reino de León
¡Leoneses!
Honrados habitantes y
naturales
del antiguo y
nobilísimo
reino de León:
Recordemos nuestra
historia.
En 1910, hace mil años
que tuvo origen nuestro reino.
Celebremos dignamente
con fiestas, Exposiciones, concursos, certámenes y Congresos tan glorioso
milenario.
Afirmemos en ocasión
tan oportuna y favorable nuestra personalidad regional, distinta de la
castellana, reclamando varonilmente, como que á ello tenemos perfectísimo
derecho, la restauración del régimen autonómico, que será fin de muchos males y
origen de grandes bienes para nuestra amada región.
¡Leoneses! A moverse y
dar pruebas de vitalidad y patrotismo.
Aunque están de moda los centenarios, no faltará quien
moteje de extraña y peregrina, si es que no de antipatriótica, la idea de
celebrar en 1910 el milenario del reino de León, que á mí me parece tan
natural, legítima, oportuna, conveniente y eficaz, para contribuir al
resurgimiento de España, mediante la robusta organización de sus regiones. Por
eso estoy encariñado con ella hace mucho tiempo y me atrevo á echarla á volar,
seguro de que la acogerán con simpatía y entusiasmo todos los buenos leoneses y
hallaré eco en voces autorizadas y elocuentes y en esa caja de resonancia
llamaba Prensa periódica, de modo que la idea pase á ser proyecto y el proyecto
se convierta en hermosa realidad.
La empresa se presenta, en verdad, dificultosa, siendo no
pocos ni pequeños los obstáculos que habrá que remover; pues, por nuestra
desventura, se trata de la región más olvidada de sí misma, más desconocedora
de sus derechos é intereses, más indiferente y apática ante el movimiento
actual de saludable reacción contra el tiránico y desprestigiado centralismo.
Tiene efectivamente, su historia el reino leonés tan
gloriosa, cuando menos, como la de cualquier otra región de España; pero…
¡vergüenza causa decirlo!... los mismos leoneses vivimos ignorantes de ella ó
la tenemos olvidada.
¿Cuántos saben que por espacio de trescientos años formamos
reino independiente; que nuestros ilustres monarcas, los Ordoños, Ramiros,
Bermudos, Fernandos y Alfonsos, dieron el principal empuje, el avance más
decisivo de la reconquista del territorio nacional, y que nuestra región
leonesa constituyó el centro, el corazón, el alma de la gran patria española,
ejerciendo natural y acatada hegemonía sobre los demás reinos que la integran?
¿Cuántos saben que entre nosotros se conservan las gloriosas
tradiciones visigóticas hasta ser vulgarmente conocido el incomparable Forum Judicum con el nombre de Fuero juzgo de León; que entre nosotros
aparecieron perfectamente organizados los Municipios Medioevales (1020) y las
primeras Cortes políticas (1188), en que tuvieran asiento, con el clero y la
nobleza, los representantes ó procuradores de las ciudades y villas, el estado llano popular, antes que en
ningún otro reino de la Península ni de Europa?
¿Cuántos saben que, aun después de unidos con Castilla (1230), seguimos disfrutando, como era justo, y debido, autonomía judicial, administrativa y en cierto modo política, respetada por las Cortes generales, donde se disponía que pecharan “los de León assi como es fuero de León (1258)”, que “ningún home que sea de otra tierra que non judgue ni tenga pleito que sea de León” y “que haya en la corte ocho alcaldes del reino de León (1274)”, los cuales “juzguen los pleitos y alzadas en la casa del rey por el Libro juzgo de León é non por otro ninguno, ni los juzgasen alcaldes de otros logares (1293)?”
¿Quién piensa en que los reyes venían á tener Cortes
particulares para el reino leonés, ni en las famosas Hermandades, tan
vigilantes y energéticas en defender los intereses de los pueblos contra el caciquismo de entonces, ni se acuerda
siquiera del Juzgado ó Audiencia de León, del notario mayor y defensor del
reino, con que hasta tiempos modernos conservábamos cierta sombra de
personalidad histórica?
¿En qué nos parecemos á aquellos altivos leoneses, tan celosos de sus franquicias y derechos, que ante todo pedían en las Cortes reconocimiento, confirmación y respeto de sus fueros y privilegios, no consintiendo que sufriesen menoscabo las preeminencias y reputación del reino, aunque fuera preciso amenazar al poderoso y autoritario Alfonso XI, con tener por desaforadas y no cumplideras las cartas reales que trajeran el nombre de Toledo antepuesto al de León?
¡Cuánta fue su grandeza y es su estrago!
¡Ya ni nos queda autonomía, ni fueros, ni preeminencias, ni
representación, ni nombre siquiera pues hasta el nombre hemos perdido o
renunciado, dejándonos llamar y teniéndonos por castellanos! De modo que, no sólo Valladolid y Palencia, sino Toro
y Zamora, Salamanca (la Atenas castellana!)
y Ciudad-Rodrigo, Benavente y Astorga, están por lo visto en Castilla; y quizá los moradores de la metrópoli legionense se
tengan también por paisanos del Cid, pues hasta en las extremas Portillas de
Sanabria vemos un Castromil de Castilla;
que tanto se ha dilatado la hija emancipada y tanto se ha contraído su generoso
padre!
Reconozcámoslo, aunque nos duela; no hay región en España más decaída y anulada que la nuestra. Cierto que todas ellas perdieron sus fueros é instituciones peculiares, ora fascinadas por el canto traidor de la sirena igualitaria y centralista, ora vencidas por el vengativo absolutismo borbónico ó el uniformismo liberal, pero algo lograron conservar de su particular fisonomía, de sus veneradas tradiciones, de su idioma ó dialecto. Y ese algo, ese no extinguido fuego de patriotismo regional, sirve ahora de impulsor al saludable movimiento de protesta, que en casi todas se nota, contra los abusos y demasías intolerables de la política centralista, que nos oprime, arruina y envilece.
Ahí está Cataluña, reivindicando con energía y tesón el
derecho á vivir y prosperar; ahí Valencia y Baleares, aprestándose también á la
lucha; ahí Navarra y Vasconia, reclamando tenazmente la reintegración de sus
fueros; ahí Aragón, Galicia y Asturias, dando muestras de vitalidad y pugnando
por sacudir el yugo del caciquismo; ahí Extremadura, Andalucía y Canarias,
queriendo tener vida propia; ahí, finalmente, la misma Castilla, vejada y
oprimida como las demás, celebrando asambleas y certámenes en que se preconiza,
como idea salvadora, la solidaridad castellana.
Sólo la región leonesa permanece inerte, resignada, envuelta
en tinieblas de desconocimiento propio, maniatada con cadenas de incomprensible
apatía.
¡Qué! ¿Se ha extinguido por completo aquel espíritu noble y
levantado, tradicionalista, genuinamente leonés que caracterizó á nuestros
mayores? ¿Hemos perdido la conciencia de lo que somos y representamos dentro de
la gran familia española, y aun la noción de dignidad y honor, para que así no
estemos aletargados ante el hermoso resurgir de las regiones, neutros en la
contienda entablada, en la lucha trascendental y decisiva que se va
generalizando entre los amantes de la España tradicional, legítima, católica,
regionalista, y los insensatos partidarios y fautores de una España modernista,
degenerada, heretical y vergonzante que nos brinda con la igualdad en la esclavitud y libertinaje de las pasiones
desenfrenadas?
¿Seremos de los infinitos… necios, ignorantes ó engañados,
que consideran el regionalismo como régimen exótico, siendo indígena de
abolengo, como aspiración separatista
y anacrónica, siendo realmente la única solución, el medio más adecuado y
eficaz para reconstituir, no ya las patrias chicas, sino la patria grande,
nuestra querida España, nunca más grande, una y gloriosa que cuando las
regiones administraban sus respectivos intereses y se desenvolvían sin trabas
las iniciativas particulares en todas las esferas de la humana actividad,
limitándose el Estado á amparar y proteger todos los derechos, promulgando las
leyes y nombrando los jueces que pedían los pueblos, y cobrando los tributos
que los pueblos buenamente querían otorgar? Todo al revés de lo que pasa en
estos infelices tiempos de libertad y democracia.
¿Con qué derecho nos hablan de unidad nacional esos
políticos fracasados y periodistas sin conciencia, si ellos precisamente son
los que han roto la unidad de creencias, sentimientos é ideales de la nación
española; ellos, mentidos patriotas, muladíes renegados, los que han arruinado
y deprimido nuestra patria; ellos los que prosiguen obcecadamente
desquiciándola y disolviéndola con teorías anárquicas con leyes que solo
favorecen á impíos y malhechores, con infames campañas, fomentadoras de vicios
y de crímenes?
¡Ea, leoneses, á luchar resueltamente por Dios y por la
patria!
¿No oís el clarín guerrero
que convoca á las regiones
contra el centralismo artero,
asesino verdadero
de España y sus tradiciones?
¡Despertad! No indiferentes
deben presenciar ni ociosos
esta lid, los descendientes
de tantos hombres valientes
de tantos nombres gloriosos.
La ocasión se nos brinda oportuna y favorable. Dentro de
poco, el año de 1910, será el milésimo aniversario de la erección del reino
legionense; y no seremos buenos patriotas, mereceremos que las demás regiones
nos desprecien por adyectos y degenerados, si dejamos transcurrir dicha fecha
sin recordar nuestro glorioso pasado, con fiestas que sirvan para conocernos y estimarnos,
con actos que demuestren nuestra vitalidad y decisión para defender nuestros
derechos, remediar nuestros males, fomentar nuestra riqueza é iniciar una era
de prosperidad y ventura para nuestra amada región.
¡De cuantas cosas buenas puede ser ocasión el milenario!
Servirá, por de pronto, para conocer nuestra Historia, que
solo se halla esbozada en la general de España y en las obras del meritísimo
padre Risco, y necesita complementarse con los datos esparcidos en monografías
particulares y con el tesoro inexplotado de los archivos catedrales,
municipales y particulares.
Servirá también para esclarecer puntos de tanta importancia
como el origen de la monarquía leonesa, envuelto en sombras de rebeliones y
complacencias inexplicables; para vindicar á nuestros reyes de acusaciones
gratuitas, que corren en letras de molde; para estudiar nuestra etnografía,
menos confusa y heterogénea de lo que suele suponerse; para precisar el
dialecto leonés y la parte que nos corresponde en la formación del que llaman idioma
castellano; para honrar la memoria de los hombres ilustres que ha tenido
siempre, como los que tiene ahora, la región leonesa para saber el estado de
nuestra agricultura, ganadería é industria y tratar de mejorarlas; para
proponer y llevar á efecto un plan de canales de riego y ferrocarriles
secundarios, con capitales de la misma región; para explotar en igual forma la
inmensa riqueza minera de nuestro suelo; para conocer el riquísimo tesoro
artístico de nuestras iglesias, las instituciones literarias, sociales y
políticas de nuestro reino, proponer los medios de mejorar la insostenible
situación de colonos y jornaleros, y, por último, organizar un partido
regionalista leonés, en que formen todos los antiliberales y desengañados, con
el siguiente programa: protección, defensa y fomento de los intereses
religiosos, morales y materiales de la región leonesa, y restauración del
régimen autonómico en todos los ramos de la administración pública, que no son
atributo esencial de la soberanía.
A los organizadores del milenario toca disponer los actos
que hayan de celebrarse; pero me parece que no podrán faltar los siguientes:
Exposición histórica, donde puedan verse en realidad ó en
imagen las preciosidades artísticas de nuestros templos, villas y ciudades, en
monumentos arqueológicos de todas clases.
Certamen histórico, donde se premien las memorias y
monografías que lo merezcan, entre las que habrán de figurar la Historia,
Geografía y Diccionario geográfico-histórico del reino de León; etnografía de
los leoneses, los reyes de León vindicados, Instituciones leonesas, Biografías
de leoneses ilustres, etc., etc.
Exposición industrial de productos mineros, agrícolas y
fabriles, exclusivamente regionales, con premios á los mejores expositores.
Concurso de ganados y Asamblea de ganaderos, para proponer
los medios de conservar y mejorar las razas y los pastos.
Certamen científico-literario y Exposición bibliográfica de
autores leoneses, actos que podrán celebrarse en Salamanca, en atención á su
famosísima Universidad gloria del reino legionense y de toda España.
Asamblea de notables, en la que tomen parte, por invitación
de la Junta organizadora, todos los leoneses ilustres por su dignidad, nobleza
y talento (como son Cardenales, Obispos, magnates, magistrados, generales,
escritores, artistas, sociólogos, etcétera,) para que espongan su autorizada
opinión acerca de nuestros medios más adecuados y conducentes al
engrandecimiento de nuestra región y de España.
¡Qué hermoso nos parece todo esto! Pero como suele decirse,
¿quién pone el cascabel al gato? ¿Quién se encarga de llevar á efecto tan
halagüeño y utilísimo proyecto? ¿No es cierto que en toda derecho, razón y
conveniencia debieran dirigirlo los ilustres Cabildos catedrales, con anuencia
de las Diputaciones, Ayuntamientos y otras entidades ó personas de viso en la
región?
Yo soñé que se reunía en León ó Benavente, como en otro
tiempo las célebres Hermandades, una respetable asamblea de entusiastas
leoneses, y que en ella se acordó, con tiempo, el nombramiento de una Junta
organizadora del Milenario, encargada de realizar el proyecto, solicitar y
recibir premios y donativos, publicar una Revista mensual, con la colaboración
de distinguidos arqueólogos é historiógrafos, etc. y que el magnífico convento
de San Marcos se había destinado á Museo y Archivo regional, y que á uno y otro
lado de la estatua de Guzmán el Bueno se alzaban elegantes pabellones de una
gran Exposición, etc., etc., etc.
Terminaré recordando que los límites de la región leonesa,
por la parte de Castilla, son los ríos Pisuerga y Adaja hasta las fuentes del
Tormes.
Los señores antes aludidos tienen la palabra.
Fray Lego de Villalpando.
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